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Todos sabemos, con más o menos riqueza léxica y/o contenido, qué es el diseño industrial. Y todos tendremos seguramente razón ante la variedad de definiciones que podríamos extraer entre los asistentes a esta jornada. Como no merece la pena abrir una charla desde aquí daremos por entendido que todos sabemos que es el diseño industrial.
Hablemos entonces desde otro punto de vista bastante interesante. Partamos desde la base que el diseño industrial es ante todo, como otros muchos aspectos y acciones de la vida, una actitud humana. Bajo este nuevo prisma podemos entender muy claramente que según sea nuestro posicionamiento personal al respecto de nuestra profesión así será la profundidad e importancia que adquirirá nuestro propio trabajo, tanto para nosotros mismos como para el resto de personas y/o agentes implicados; clientes, usuarios y/o colegas.
Dado que la actitud frente al diseño, por lo menos para mí, es crucial empezaré mostrando cómo, o mejor dicho a partir desde dónde, se “cuajó” la mía.
Todos tenemos un punto de inflexión en nuestras formas de mirar el mundo y a veces es importante saber porque se han producido. En diseño además nada es espontáneo. Todo debe estar justificado para que tenga un valor.
Hace años cuando estudié diseño industrial, lo hice bajo los planes de estudios del denominado –creo recordar- plan del 64. Nos titulábamos como Graduados en Diseño Industrial. Tal cual. Como suena. Sin más pero tampoco con menos.
|Diseñador Industrial| Y así reza mi profesión en mi tarjeta de visita desde que me gradué. Pero claro, aquí entra de todo. Y es que tal y como me dijeron durante los primeros días en que estudiaba esta especialidad:
- “Aquí aprenderéis a diseñar desde una cucharilla hasta un coche”.
¡Menuda frase bomba! Realmente nos chocó a todos mucho porque no esperábamos una afirmación así el primer día. Eso significaba que podríamos diseñarlo casi todo. Repito, c-a-s-i t-o-d-o.
Esto era ya en si mismo una actitud de diseño. Será a partir de aquí –siempre he tenido claro este punto- donde empezó a configurarse mi forma de mirar y entender realmente el diseño industrial.
Posteriormente entendí que esa afirmación –aun siendo extremadamente gigantesca- era ciertamente posible porque nuestra formación se fundamentaba –y por extensión la propia afirmación- en el uso y aprendizaje de una metodología de trabajo que nos permitía emprender todo tipo de proyectos bajo una misma base. El diseño se reducía, por decirlo de algún modo, a un ejercicio intelectual y metodológico. Este fue uno de los primeros aspectos del diseño que tuve claro.
Pero haré un poco de historia. Pienso que siempre es bueno saber de donde venimos.
Podría decir que tuve el inmenso placer –aunque fue una casualidad obligada porque no había más escuelas públicas- de estudiar en la escuela de diseño gratuita más antigua de España. La E.A.A. Llotja de Barcelona, inaugurada el 23 de enero de 1775. Ahí es nada. Si, aunque parezca inverosímil el diseño –en genérico- es muy, muy viejo. Diría que casi tanto como el hombre. El industrial es algo obviamente mucho más reciente totalmente ligado a un tipo de sociedades y a unos condicionantes económicos e industriales.
Cómo decía, La Llotja se fundó principalmente con la intención de formar a dibujantes que pudieran ornamentar las producciones de objetos que empezaban a “fabricarse” por las primeras empresas manufactureras.
Para entender el ámbito general que allí se respiraba, cabe decir que en el seno de esa escuela confluyeron muy diferentes disciplinas tales como Bellas Artes, el Diseño o la Arquitectura, que se incorpora en 1817 siendo, La Llotja, el primer lugar donde se impartieron estos estudios.
La verdad es que me gusta decir todo esto porque mucha gente lo desconoce y nos permite posicionar algunos elementos en su tiempo y en su lugar.
A lo largo de los años las diferentes disciplinas se independizaron formando “escuelas” independientes quedando del origen solo el diseño y otros muchos oficios artísticos. Esa época, no obstante, creo que marcó el diseño catalán para siempre puesto que se empapó continuamente de ese ámbito generalista y multidisciplinar. No está demás decir que por esta escuela pasaron los más grandes artistas y diseñadores del S.XX.
Inicié mis estudios de diseño industrial en ese centro en 1997. Habiendo realizado anteriormente, los dos cursos comunes que integraban todas las especialidades de aquellos planes, en una pequeña escuela de diseño y arte de mi ciudad.
Me gusta pensar que dada la antigüedad de La Llotja ese plan de estudios –el denominado 64- podría ser muy próximo a ese ideal de los planes tradicionales de diseño que todos habíamos estudiado, donde las artes, las ciencias, la arquitectura,…
En definitiva el ser humano en su expresión más altruista, siempre estaban presentes como eje central.
Durante mi etapa de estudiante debo decir que el claustro de profesores –agarrándose a las lagunas que presentaban aquellos planes y al poco control que concretamente tenía esta especialidad- habían organizado “a su modo”, y al margen de la oficialidad, los estudios de diseño industrial. Privilegios que posteriormente a mi graduación la ley educativa barrió desgraciadamente para siempre.
Allí aprendí entendiendo que el diseño industrial era una disciplina independiente y general y que su finalidad -siendo muy sintético y atendiendo únicamente a lo básico, pues hemos quedado al inicio que no habría definiciones- era la de determinar todas las características –de todo tipo- para posibilitar fabricar y/o producir de forma seriada un objeto, un producto. A partir de ahí, y siempre para llegar al mejor fin posible, cualquier tipo de recurso debía incorporarse al proceso metodológico. Así que el diseño industrial y lógicamente su resultado siempre estaba interpretado como el conjunto integral de muchísimos factores y por ello las soluciones se nos demandaban cerradas en todos los flancos posibles.
Puedo decir que yo ya tuve la oportunidad de estudiar aspectos aplicados al respecto de los temas que hoy día están tan de moda. Asuntos que centran la jornada de hoy. Tenía, por ejemplo una asignatura denominada Ecodiseño en la aprendíamos a entender el diseño siempre relacionado con su posible impacto medioambiental. Dicha asignatura nos enseñaba a trabajar incorporando todos los factores necesarios para controlar, en medida de lo posible, los máximos aspectos ecológicos en los productos industriales o bienes de consumo.
Pero al margen de esta puntualización, cabe decir que todos los análisis y pautas que conformaban la metodología de diseño siempre estaban amparados de forma obligada por el respeto al ser humano y su entorno.
Así pues existió, yo soy la prueba evidente, un diseño industrial generalista que no entendía trabajar sin someterse al respecto humano y medioambiental. Ahora, en la distancia que me han dado los años, puedo decir que es un diseño cargado de ideales.
Hoy todo esto puede sonar a chino. Hoy día no ser un especialista equivale casi a no ser nada. Y tener “moral” tampoco es que venda mucho en un mercado tan despiadado.
¿Pero como evolucionó la enseñanza del diseño industrial a partir de aquí?
Desde aproximadamente alrededor del año 95 los planes académicos en Cataluña, e imagino que en España, empezaron a cambiar drásticamente, si no es su configuración si en sus mapas. Algunas Universidades comenzaron a implantar titulaciones propias y privadas –equivalentes a una diplomatura- a partir de la homologación de centros y/o escuelas de diseño ya existentes como por ejemplo Elisava, Eina o ESDI entre otras.
En esta etapa del “primer diseño universitario” los planes no eran radicalmente diferentes a los que yo estudié puesto que esas escuelas, ahora “homologadas” por la Universidad, seguían en realidad conservando sus planes propios. Es más, dado que esta nueva titulación era de carácter privado, si los alumnos deseaban una titulación oficial debían revalidarse siempre en La Llotja, pues era -esto se me ha pasado anteriormente- hasta hace poco la única escuela de Diseño oficial reconocida.
Más recientemente las universidades han ido incorporando el diseño industrial a sus planes de estudio pero lo han hecho incorporándolo –y ligándolo en exceso, bajo mi punto de vista- a la rama de las ingenierías. Pienso que esto ha provocado una pérdida de esa visión más generalista que comentaba anteriormente y que forjó mi mirada y la de otros muchos diseñadores. Esto es simplemente una sensación personal.
Hoy afortunadamente puede estudiarse diseño industrial a nivel superior en muchas Universidades de España, como es el caso de la UMA, si bien creo que la diferencia entre los planes de estudio que podemos encontrar entre unos centros y otros provoca que, tanto los niveles como las actitudes de los más recientes diseñadores industriales, sean muy diversas.
Deberíamos reflexionar profundamente sobre este tema. Hoy podemos estudiar diseño en muchos más sitios, si, pero los planes, los esfuerzos que se dedican y las actitudes que se desprenden son muy diferentes. Paradójicamente, se estudie donde se estudie, al final todos se titularán como diseñadores y estarán presuntamente listos para desarrollar los mismos papeles profesionales.
Aceptando la diversidad de materias, asignaturas y enfoques que hoy conforman el panorama académico es obvio pensar que algo está fallando. O que fallará a corto plazo.
Al margen de la diversidad de planteamientos puede advertirse que el diseño industrial no es ya una disciplina realmente autónoma e independiente del todo puesto que en su propia definición le añadimos la denominación “Ingeniería” que nos evoca ciertos perfiles. Si. Las etiquetas, para bien o para mal, definen y nos marcan. Son importantes porque básicamente nos las auto-imponemos y como he dicho crean una actitud. Entendemos muy bien que no es lo mismo, por ejemplo un carpintero que un ebanista.
Imagino que la gran mayoría de los asistentes y estudiantes actuales –aquí presentes- pondrán en su tarjeta de visita, a diferencia de lo que pone en la mía:
Nombre y apellido, Ingeniero en Diseño Industrial.
Sobre la segunda parte de la leyenda del titulo actual, incluso también ha habido un debate sobre si debe ser “Industrial” o “de producto”. Y es que si. Me reitero, las etiquetas nos marcan. Nos definen. Son importantes. Y creo que no es lo mismo la actitud personal de alguien que se denomina así mismo Ingeniero de… que Diseñador de….
En resumen, la adecuación de los nuevos planes de los estudios superiores del diseño, no solo ha tendido a fomentar el caos y la confusión sino que está marcando, o puede marcar, las actitudes de los nuevos y de los futuros diseñadores industriales.
Reconozco personalmente que la visión generalista es más interesante y por eso creo que nos hemos acelerado y complicado en la planificación de los nuevos estudios superiores del Diseño. De hecho creo que solo hubiera hecho falta releer a algunos de los padres del diseño moderno para poder haber estado un poco más acertados y/o haber definido con mayor éxito y consenso los nuevos planes. Básicos para el futuro de la profesión.
Por si fuera poco hoy debemos sumarle también la reciente polémica vivida sobre famosa denominación de grado y su sentencia que ha invalidado sin piedad la oficialidad de algunos centros. Asunto del que, me vais a disculpar, pero ni estoy al día ni entiendo ya nada.
Para bien o para mal me considero un diseñador de la “vieja escuela”. Si hasta suena bien. Es como aquello de la vieja guardia. Siempre fiel al servicio.
A pesar de esta crítica al sistema académico tenemos siempre a favor que, cómo he dicho, todo es una cuestión de actitud. Y la actitud siempre dependerá de uno mismo, al margen de todo este tipo de aspectos.
Para acabar este primer bloque sobre el DISEÑO INDUSTRIAL, con el que tan solo he pretendido decir básicamente tres cosas que me gustaría remarcarlas para que queden claras:
- El Diseño será siempre para uno mismo el resultado de su actitud.
- Existe una visión generalista del diseño industrial que nos permite una percepción
más amplía y rica.
- Mediante la metodología de diseño es posible emprender cualquier proyecto.
Si que es interesante dejar dicho –para aquellos a los que les guste reflexionar sobre su profesión- que vivimos una época convulsa al respecto del cuestionamiento y la credibilidad del diseño industrial. Por ello, aprovechando la nueva estructuración que está sufriendo del diseño industrial, deberíamos preguntarnos si los actuales planes de estudio –en general- son rigurosos y/o son mejorables de cara a las funciones que se le demandan al diseñador en un nuevo contexto industrial, social y económico que está por llegar y que ha de responder a un cambio general de sistema ante la evidencia del fracaso de la actual estructuración socioeconómica mundial.