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Confusión léxica. La estética y el lenguaje formal en el Diseño Industrial

Soy de los que creen que la estética, hablando siempre sobre diseño, es por decirlo de una forma sintética, el resultado de todas (TODAS) las decisiones que hemos tomado a lo largo de cualquier proyecto de diseño industrial.

Por esta razón pienso que la estética solo puede confirmarse. Es decir, podemos ser conscientes de que un objeto es o no es estético. Podemos apreciarla, solo esto. Sin más, aunque no es poco.

De esta forma, la estética -bajo mi punto de vista- no puede ser nunca “adjetivable” y por eso no debería decirse que el objeto es de estética cual o tal. ¿Cuántas veces hemos oído esto, verdad?.
Más allá de la pura constatación, esta descripción añadida, es un error de léxico muy común en diseño que solo hace que evidenciar el enorme caos que existe aun sobre nuestro propio trabajo a nivel teórico y las carencias que presenta nuestra disciplina en este sentido.

No solo ya porque concibo la estética exclusivamente como un resultado, (*)del que además no se dispone con anterioridad a la solución de un problema, sino que por concebir que la estética no es “etiquetable” se me desmontan todos los esquemas cuando oigo decir a un diseñador industrial aquello de:

-“Daremos a este proyecto una estética minimalista o moderna.…”
-“Este objeto es de estética tal….”

Lo se, lo se. Incluso hasta algunos de los más consagrados profesionales del diseño utilizan este lenguaje pero es un error pensar que solo por eso es válido o que tienen siempre razón.

En el diseño industrial, donde el lenguaje y los significados son tan importantes, el léxico es básico porque nos permite transcribir de la forma más fiel posible todos los conceptos que planteamos. Por ello es obligado que tengamos muy claro siempre lo que significan ciertas palabras -más cuando son de uso común dentro de nuestra disciplina- porque la validez de nuestro propio trabajo la justificamos normalmente en base a todo esto. Pensamos con el lenguaje y creamos también mediante éste.

Más allá de hablar propiamente de la estética del diseño industrial o de cómo esta se articula, cosa que me reservo para otro escrito, si que me interesa introducir la diferencia entre dos aspectos que suelen confundirse con mucha frecuencia. Estos son la estética y el lenguaje formal de los objetos. Dos aspectos de peso para el éxito de cualquier producto.

De entrada ya podemos decir desde ahora que no. No son sinónimos.

Realmente es muy fácil entender la diferencia entre lo estético y lo formal. Siendo lo formal básicamente todo aquello que hace referencia al aspecto exterior y/o superficial de un objeto y por ende es lo que nos anuncia, nos comunica y nos traslada su carácter y todos sus adjetivos de forma más inmediata y visual.
Lo formal, lógicamente ligado estrechamente a la comunicación que nos permiten las formas, lo utilizamos para otorgar a los objetos ciertas cualidades simbólicas. Así que por ejemplo, un objeto y/o producto puede ser “barroco” si es de formas recargadas, si está saturado de ornamento y/o guarda relación con las estructuras que podemos encontrar en este periodo artístico. Puede ser en cambio minimalista si está exento de todo tipo de adorno y si su apariencia nos muestra únicamente su mínima expresión coherente. También puede ser divertido, serio o elegante…
En realidad el diseño industrial, a través de todos los recursos formales que nos ofrece, nos permite impregnar de una personalidad concreta a cualquier tipo de objeto. Este recurso se utiliza normalmente para acercar con más éxito los productos también a un usuario concreto o simplemente porque deseamos comunicar ciertos mensajes, funciones, añadirle algún rasgo cultural o simplemente trabajar bajo este aspecto el valor añadido. En cualquier caso y en resumen, podemos decir que lo formal es aquello que nos ofrece la posibilidad de comunicar y lo podemos plantear y controlar siempre de forma previa.

No está demás decir, para vislumbrar las enormes posibilidades que tenemos, que los recursos formales no solo se componen de volúmenes geométricos sino que las líneas, los rasgos, los colores, las texturas y todas sus relaciones nos ofrecen todo tipo de soporte para enfatizar el lenguaje pretendido. Por ejemplo, entendemos perfectamente que un objeto rojo de formas suaves y caras curvas nos expresará sensaciones y/o mensajes muy diferentes a soluciones por ejemplo más aristadas, de color amarillo y caras planas. Al final es la apariencia, aquello que vemos, lo que nos expresa el carácter del objeto.

La estética en cambio es totalmente de tipo estructural. No responde exclusivamente a la apariencia externa de los objetos y no existe sin entender el conjunto general y las soluciones aportadas. En la estética todo influye.
Podríamos decir que es la percepción -como acertadamente dicen muchos- de que el objeto está bien resuelto y por ende está bien estructurado en el sentido en que todas sus partes, sus elementos y sus componentes al completo (sean físicos o conceptuales) tales como su uso, su función, sus materiales, su lenguaje formal, la tecnología seleccionada, sus uniones, sus acabados, sus dimensiones,… están dispuestos de una forma armónica en el conjunto logrando esta integridad estética totalmente apreciable.
Podría decirse que la estética es la belleza que nos transmite aquello que entendemos como bien hecho, aunque en la mayoría de las veces lo hagamos a un nivel subconsciente y no podamos explicar porque lo percibimos así.

Como usuarios seguramente todos nosotros nos rodeamos de objetos y/o productos que nos atraen muchísimo. Productos con los que tenemos muchas ganas de relacionarnos pero no sabemos, algunas veces, porque nos atraen tanto. Más allá de que vayan o no con nosotros, aspecto ligado más al lenguaje formal anteriormente descrito, somos capaces de reconocer que los encontramos como una unidad indivisible en que todo está nivelado formando un elemento global totalmente armónico. Es en realidad este sentimiento concreto la constatación de que nos hallamos ante un objeto estético.

Posiblemente muchos diseñadores no estarán de acuerdo con este discurso. Seguro que muchos recogen los parámetros estéticos directamente de las artes o de otras disciplinas pero pueden preguntarse, de cara a ampliar su espectro teórico, si en el diseño industrial la estética puede articularse de una forma específica.
También soy muy consciente de que todo esto es bastante más complejo de lo que aquí se expone o puede derivarse. Todos estos recursos y/o conceptos, ligados y entendidos además específicamente dentro del diseño industrial, son largos de explicar. Pero pienso que para motivar la reflexión o bien para introducir la importancia del lenguaje y de que su más correcto uso siempre juega a favor de un mejor nivel de trabajo es más que suficiente.

Ahora solo cabe esperar que no confundamos más el lenguaje formal (o lo formal) con lo estético y saber que es la armonía. Palabras que algunos confunden muy a menudo y que les llevan a mantener discursos seguramente sin el sentido real que ellos pretenden.

* Si bien la estética no puede derivar hacía un “estilo o mensaje” si que puede llegar a ser controlable durante el proceso de diseño industrial. Podemos trabajar metodológicamente en el sentido de que nuestro proyecto resulte estético.

Las palabras evocan ideas, descripciones y conceptos. El diseño industrial se estructura en base a conceptos por lo que no dominar el lenguaje específico de tu propia profesión en realidad es no dominar tu propio trabajo con la profundidad que sería deseable. Tengámoslo en cuenta. El diseño industrial es ante todo lenguaje. O eso pienso yo. Desde aquí puedes ampliar un poco más este tema.

Entendiendo que la estética es un resultado que depende de la totalidad de los factores que han intervenido durante el proceso de diseño y nuestras decisiones, no cabe duda de que mientras mejor sea nuestro propio control del proceso mejor será nuestra afinación para lograr llegar a la estética. Si quieres conocer como se formula la estética dentro de la metología de diseño, te invito a que revises esta página.

Enero de 2012