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Hemos llegado al fin al presunto binomio Diseño Industrial y Sostenibilidad o Sostenibilidad y Diseño Industrial. Y digo intencionadamente “presunto” porque veremos en realidad que tal binomio no existe. Por lo menos en mi humilde opinión, deberíamos empezar hablar en realidad de una única entidad. Esto es muy importante para que ciertos intereses mercantilistas no le ganen terreno descaradamente al diseño industrial y/u otras disciplinas y/o acciones. Mostremos una postura más inteligente e incluso intransigente y comencemos a cerrar las puertas y/o las brechas por donde empiezan a colarse ciertos intereses que van en nuestra contra.
Pensemos en todo lo que hemos ido diciendo hasta ahora y fijémonos en una cuestión clave; la reiterada cuestión de las etiquetas.
Espero que ahora coincidamos un poco más, sabiendo que la etiqueta marca claramente una actitud y hace alusión a una característica de definición, que las etiquetas suman y restan, definen, incluyen y excluyen. Por lo tanto son extremadamente peligrosas si no se usan bien, más cuando el que las "manipula" es el mercado.
Si recordáis, anteriormente también he dicho muy por encima que en épocas pasadas conceptos como “verde”, “ecológico”, etc… han sido utilizados por los mercados simplemente con fines comerciales. Se utilizaban exclusivamente como un adjetivo en ciertos productos que, siempre atendiendo a una consciencia colectiva, intentaban aportarles unas características determinadas para motivar su compra por encima de otros, normalmente carentes de etiquetas al respecto. Para ser más concretos cabe decir que este mercado emergente se dio en la década de los 90.
Imagino que muchos lo recordaréis. Todo era “eco” y “verde”.
Ha quedado ya sobradamente comprobado –a su extinción nos podemos remitir- que estos productos no eran diferentes en realidad a otros. Estas denominaciones solo pretendían un mejor valor perceptivo y por extensión suponían una mayor rentabilidad a las empresas. Es decir, era simplemente una estrategia de márqueting.
Cruel, ¿verdad?. Aunque no nos debería sorprender ante la que ya hemos expresado como “la voracidad desmedida de los mercados y su falta de moral”.
Esto, aunque esté expresado de forma tan compacta, viene a confirmar la gran falacia existente sobre el tema Sostenibilidad que está derivando peligrosamente en un etiquetaje superficial.
Hoy todo y todos debemos ser, además de forma evidente, sostenibles. Hoy todos –por lo menos aquellos que se hayan amoldado a esa deformada actitud- deben ser especialistas de especialistas. Se nos exige dar un nuevo doble salto mortal en el mundo del etiquetaje.
Ahora no solo hace falta ser diseñador industrial (con lo sencillo que era todo desde este enfoque) sino que ahora debemos ser, al parecer, Ingenieros técnicos en diseño industrial sostenible. Algo absurdo desde mi punto de vista pero que no deja de ser, por desgracia, una evidencia latente. Revisemos las nuevas tarjetas de visita de algunos de estos “nuevos” profesionales y podremos ver cómo en sus nomenclaturas les han empezado a nacer este tipo de apéndices.
Hoy hacemos ecoturismo, nos especializamos extrañamente en ecodiseño, creemos en una arquitectura sostenible, contratamos analistas en sostenibilidad… Todo es un nuevo mercado en auge que se nos muestra a modo de etiquetado. Es hora de empezar a entender las cosas de forma más natural y lógica. Porqué avivar ciertos debates en una sociedad tan abierta a la comunicación hoy día; medios y redes sociales, es ponerles en bandeja a los mercados nuevos recursos para explotar.
Está claro que si no somos rigurosos con nuestra disciplina, me remito nuevamente al hecho de crearnos una actitud rigurosa, fuerte y muy precisa como diseñadores, podemos caer en este tipo de trampas.
Sobre este punto concreto, y a nivel más personal si cabe, siempre he creído que este tipo de niveles y sub-niveles etiquetables solo muestran la picaresca (no olvidemos que estamos en España) de ciertos profesionales que saben como abrirse un mejor camino en un mercado que trabaja con este tipo de “engaños semánticos”.
Pero sigamos. Estaremos de acuerdo en que el diseño industrial, aun sin entrar en su definición concreta, es una disciplina de tipo “humanista” e intelectual. Es una profesión que pretende y posibilita la mejora del nivel de vida de las sociedades, en modo general. Y ofrece o busca, de forma particular, la máxima comodidad –en todos los sentidos- a los usuarios, es decir al hombre.
Bajo este amplio concepto, el diseño supone -en esencia- una labor estrechamente ligada al ser humano y por esta razón siempre lo contempla con el máximo respeto. Este respecto, como es lógico, se extiende más allá de la condición humana y el diseño respeta –en esta circunscripción más genérica- el propio contexto del ser humano. Así pues es innegable que el diseño industrial, bien entendido y ejecutado, incorpora todos los elementos necesarios para favorecer, o por lo menos no ir en contra, de la vida.
Este diseño industrial respetuoso no es nuevo. Es en realidad casi tan viejo como el propio diseño industrial. Reiteremos y defendamos nuevamente la posición del diseñador frente a su profesión y hagamos un sencillísimo ejercicio de reflexión:
Si en el transcurso del diseño de cualquier tipo de producto, digamos por ejemplo una maneta de puerta, el diseñador mima al usuario de tal forma que la solución esté carente de aristas vivas y/o cortantes, presente una forma ergonómica que no lesione tendones ni músculos, sea fácil de usar y un largo etcétera que suponen un esfuerzo de proyecto que siempre asumimos; ¿Cómo podemos pensar que desde el diseño industrial, que se basa precisamente en la aportación de este tipo de valores, pueden realizarse planteamientos no sostenibles? Es decir, contrarios al ser humano.
Muchos aludirán, claramente excusándose para defender sus nuevas posiciones, que no se contemplan porque no se conocen debidamente. E intentarán convencernos de que la sostenibilidad es algo mucho más reciente y que entraña una nueva complejidad técnica y tecnológica que deriva en una nueva disciplina independiente capaz de entender todo este tipo de nuevos sistemas.... Cantos de sirena.
Pero como ya hemos dicho reiteradamente, la sostenibilidad, no solo es algo tan vital y viejo como el propio ser humano sino que es algo intrínseco en él y que se basa -en gran parte- en un acentuado sentido común e instinto de supervivencia como ser vivo.
Para concluir este breve bloque, que he intentado sintetizar al máximo omitiendo largas justificaciones, podemos resumir que:
- El diseño industrial y la sostenibilidad no forman un binomio sino una unidad.
- Debemos desconfiar de la etiqueta sostenibilidad, posiblemente en un elevado porcentaje
será superficial y solo un valor comercial explotado para obtener intereses.
- El diseño industrial es una disciplina que mantiene una postura máxima de respecto hacía
el ser humano y su entorno.