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Ha salido estos días a la luz la noticia de que el estudio de diseño Mariscal, ubicado en Palo Alto (Barcelona), ha presentado concurso de acreedores al no poder hacer frente a las deudas comprometidas, que sumarían presuntamente los más de 2 millones de euros.
Nos guste o no Mariscal y su diseño, muchas veces cuestionado desde el propio diseño y la sociedad, ésta no es una buena noticia, ni para el sector ni para la sociedad. Más aun si nos atenemos a la estadística de que, sólo entre un 3 y 5% de las empresas que entran en concurso salen de él.
A lo largo de estos años el estudio Mariscal, convertido en un auténtico gigante empresarial con una facturación millonaria, había crecido hasta tener más de un centenar de trabajadores y someterse a una dinámica de más de 40 proyectos simultáneos. Un tamaño que ahora se nos atonja evidentemente irresistible a una crisis que tanto ha afectado al consumo.
Pero, ¿cómo debemos tomarnos esta noticia desde el diseño?.
Lógicamente mal. Como he dicho, nunca es bueno -social y económicamente hablando- que ninguna empresa eche el cierre.
Pero más allá de este dato frío y estadístico, por fortuna para el diseño, pienso que debemos tener muy claro que seguramente la debacle de la empresa se justifica más con una "mala" gestión empresarial y/o económica, durante una época muy dura de crisis general, que con el hecho de que el diseño no sea fundamental o necesario. Por muy cuestionado que éste pueda ser. Y no podemos -ni debemos- cometer el error de analizar el cierre del estudio Mariscal desde éste punto de vista.
De esta forma, aunque la noticia es muy mala, debemos mirarla desde la óptica de que Javier Mariscal es ya una marca propia que siempre estará garantizada en el futuro, sea con una u otra estructura fiscal, para el bien de sus fans. Y de que el diseño, propiamente dicho, no es seguramente lo que ha fallado en este proyecto de empresa. Por lo tanto, a pesar de todo podemos respirar tranquilos.
No obstante, si que sería bueno que desde el diseño tomáramos buena nota y fuéramos conscientes de que, no sólo es fundamental sino que además debe ser sensible a la situación de las empresas y ajustar siempre, no sólo los proyectos a sus necesidades reales sino también optimizar la propia gestión empresarial del trabajo que éstos generan.
Está claro que se cierran unas etapas pero seguramente se abren otras. Tomemos buena nota.
Septiembre 2014