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INTRODUCCIÓN GENERAL
Con asiduidad reviso ciertos programas de estudio, en especial algún que otro máster de diferentes centros académicos y he de decir, muy a mi pesar, que muchos de ellos siguen constatando una evidente falta de realidad del mercado y de la industria que poco puede aportar al aprendizaje real de los alumnos.
Otros incluso platean cursos o talleres que nada tienen que ver con la descripción del máster y al margen de la lógica de impartir ciertos conocimientos y métodos específicos enfocados a mejorar nuestra forma de trabajar, se limitan simplemente a ofrecer o impartir conocimientos más bien históricos sobre el diseño industrial, revisiones sobre trabajos de éxito, casos y trayectorias profesionales.
En realidad considero que la gran mayoría son cursos infértiles destinados a aumentar las arcas de los centros. Estudios que poco tienen que ver con los procesos de diseño industrial que los profesionales llevamos a cabo en el desarrollo cotidiano de nuestra profesión.
Así que creí conveniente (siendo consciente de lo osado del asunto) estructurar un curso taller basado totalmente en mi experiencia profesional que contempla, lo que a mi parecer, necesitan los estudiantes recién diplomados. Creo que deberían adquirir una serie de procedimientos y conocimientos reales mínimos que les ha de facilitar la incursión dentro del mercado laboral. Ya que esta realidad no se está dando dentro de los planes académicos.
La propuesta tomaría como motivo central un encargo, como por ejemplo el diseño de una pieza de mobiliario y el curso se plantearía con especificaciones y particularidades del propio sector y de la tipología del proyecto asignado aunque los conocimientos que se adquirirían servirían para el desarrollo de cualquier otro tipo de encargo y/o producto.
Dada la extensión que podría tener un programa así, este curso se expone aquí a modo de índice para que se puedan, por lo menos, revisar las materias y los conocimientos que se adquirirían.
INTRODUCCIÓN AL MÁSTER
El diseño de cualquier tipo de elemento de los considerados más “básicos” en los que a sistema estructural e interrelación de componentes se refiere, por ejemplo mobiliario, iluminarías, menaje, etc.. no difiere en absoluto del diseño de cualquier otro producto más “complejo” como por ejemplo un coche, una máquina herramienta manual, un sistema energético eólico, etc,...
Debemos considerar que el diseño industrial se canaliza siempre a través de un método -o así debería ser- precisamente para no contemplar de inicio complejidades supuestamente intrínsecas a los productos.
Todos los proyectos de diseño los debemos tratar por igual para poder trabajar bajo un único esquema metodológico.
Iniciar el proceso de diseño a partir de un procedimiento contrario a éste, es decir aceptando “a priori” presuntas particularidades exclusivas sería meramente imposible de llevar a cabo. Seguramente no podríamos absorber las peculiaridades de cada tipología de producto existente. Podemos además imaginar el enorme esfuerzo, las increíbles capacidades y las energías que deberíamos derivar si debiéramos conocer todas esas particularidades, por ejemplo la complejidad de un avión (cómo producto). ¿Quien asumiría un encargo desde ese enfoque?
Así pues la disciplina de diseño industrial se articula mediante una metodología porque es mucho más efectivo enfrentarse a un método (por duro que éste sea en todos los sentidos) que nos permite trabajar de forma fragmentada y controlable.
Ir cerrando etapas de forma segura y establecer evaluaciones parciales es mucho más asequible que enfrentarnos de forma global a un problema -también general- que normalmente parece precisar de una solución espontánea que demandaría de nuestro conocimiento previo sobre la cuestión. Esto último nunca suele ser así o por lo menos contamos que no es así.
Un buen método de diseño industrial es un proceso que debe permitir determinar, ordenar y optimizar todos los análisis y las conclusiones que deberán describir aquellas soluciones que garantizan la mayoría de objetivos que se han establecido con anterioridad en el encargo. No existe diseño industrial sin un encargo detrás. Precisamos de la industria y de las empresas para que el diseño sea una realidad y no un ejercicio meramente teórico y/o exclusivamente intelectual.
Pensar que para diseñar una cucharilla de café hay que emplear planteamientos diferentes sustancialmente que para diseñar una lámpara, un coche o una silla -bajo mi humilde opinión- creo que es engañar y engañarse. No obstante suele cometerse a menudo el error de denominarse especialista cuando se ha diseñado la misma tipología de producto con regularidad pero ese sentimiento es en si mismo una limitación, ¿no creen?
Este máster se establecería precisamente para intentar mejorar y perfeccionar la metodología adquirida durante la carrera. Afinar mejor el método para que nos permita conocer, controlar y llevar a cabo de forma exhaustiva todas las etapas que intervienen en el proceso de diseño industrial y desarrollo de cualquier tipología de producto. Se trabajarían todos los aspectos en un curso que estaría centralizado mediante un encargo ficticio sobre el diseño; en este caso de un elemento de mobiliario.
Aprender un método resulta siempre más interesante que adquirir una dinámica centralizada en un tema concreto.
Puede considerarse -y estoy del lado de esta afirmación- que el diseño industrial es en realidad una disciplina intelectual que se aleja del arte y se acerca mucho más a un proceso racional estando abierta a cualquier tipo de persona sin necesidad de ser un experto dibujante, un gran artesano, un excelente modelista, ni nada por el estilo. Es importante que los futuros profesionales sepan que no serán artistas y no debemos ser nosotros (los profesionales) los que frustremos las aspiraciones de los jóvenes a partir de una distorsionada idealización de nuestra propia disciplina.
Más que recurrir a la divina inspiración es necesario adquirir, o aprender mejor dicho, la capacidad de descomponer los problemas y empezar a ser rigurosos con una estricta línea proyectual así como disponer de un mínimo interés intelectual y/o cultural.
A partir de aquí ser brillantes o pésimos en nuestro trabajo solo depende casi exclusivamente de la ilusión, la imaginación, el esfuerzo y las ganas de trabajar siempre sometidos a un método duro que en muchas ocasiones (también es justo saberlo) coartará nuestra subjetiva forma de ver las cosas. Y es que en diseño industrial lo más importante -y todos los esfuerzos deben ir encaminados a ello- es hallar la mejor solución al encargo recibido, dejando normalmente de lado lo personal para que aflore por encima de todo lo profesional y poder acercarse a la visión del productor y de los usuarios más que la nuestra propia. Aprender a ver con otros ojos es fundamental.
Cómo se deduce en esta introducción soy de los que piensa que el diseño industrial está más próximo a lo técnico que a lo divino. Reconocerlo con humildad mortal supone en realidad tener mucho terreno ganado cuando nos enfrentamos a un problema porque se es consciente de que mediante un proceso racional podremos resolverlo.
Tras esta breve introducción general se puntualizan las bases sobre el temario y/o programa en que se basaría el curso.