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La industria está mal. A diario se cierran empresas y las que quedan solo hacen que recortar inversiones y gastos intentándose ajustar, como un pollo sin cabeza, a una situación que en realidad les asfixia un poco más.
Muchos son los que plantean remedios, teorías y estrategias pero nadie los aplica por ceñirse de forma sumisa y exclusiva –en términos generales- a los dictámenes económicos que vienen casi impuestos.
Nadie niega que precisan de un ajuste para sobrevivir a los tiempos pero se concentran erróneamente solo en ello desatendiendo otros temas. Y pensando únicamente en este cegador presente que viven con ansiedad pierden de vista el futuro. A pesar de esta situación nadie parece preocuparse con la seriedad que requiere el momento.
Resulta impotente que la gran mayoría, incluso los que se hallan en estas delicadas situaciones, sean conscientes de que la innovación y la investigación son factores para pensar en clave de futuro y que estos se encuentren tan solo en un reducido porcentaje de las PYMES.
Este ajuste enloquecido, sin un claro libro de ruta y una meta a la que llegar, es solo un parche del que es necesario huir sencillamente porque no soportará la presión y acabará por romperse. Y vuelta a empezar.
Nuestra industria, nuestras empresas, necesitan planteamientos de larga distancia. Soluciones estructurales a niveles sociales y económicos. Es incomprensible que conociendo muchas de estas posibles recetas nadie apueste realmente por ellas. Parece que las industrias y las empresas tradicionales (sobre todo en el entorno de las PYMES) prefieren comprobar si es una receta adecuada a través del intento que a diario hacen cientos de miles de osados emprendedores de nuestro país. Hoy tan de moda.
Este difícil escenario posiblemente también ha sido uno de los detonantes para que el diseño industrial, sin apenas margen operativo por la falta de una demanda masiva desde esas empresas ahogadas, busque recursos nuevos. Es lícito. Pero esto desatiende, aun más si cabe, la búsqueda de soluciones para un sector en torno al que se ha organizado originalmente el diseño industrial.
Quizás son estas las fisuras que han permitido que proliferaran desde hace años iniciativas que derivan en lo que conocemos comúnmente como “editoriales de diseño”. Un término que, analizado en profundidad en relación a lo que ofrecen, cuesta aun de encajar en una disciplina como la nuestra que precisa de toda una serie de recursos para tener razón de ser. No obstante no pretendo, ni deseo desde aquí poner en duda su validez. Son ya una realidad y ahora lo que toca es analizar su impacto sobre nuestra disciplina de cara a presentar los ajustes que sean necesarios para salvaguardar los intereses de todos.
Estas nuevas estructuras suelen ser, la mayoría de ellas, pequeñas empresas con una red, también pequeña, de proveedores y talleres que se dedican a fabricar muy diversos productos. Son normalmente objetos enfocados al hogar y que presentan muy poca solicitación tecnológica.
Hoy día, a poco que busquemos en revistas, internet o publicaciones podemos ver que son muchas más de las que podríamos haber imaginado y podemos empezar a hablar de un sector propiamente dicho. No es nuevo. Editoriales de diseño han co-existido con las empresas tradicionales fabricantes de productos desde hace muchas décadas pero no en el sentido en el que ahora se estructuran.
Este nuevo sector empresarial también tiene sus luces y sus sombras, sus "pros" y sus "contras" y es bueno ponerlos sobre la mesa para saber donde canalizar los esfuerzos.
A favor, y de forma inmediata, el diseño industrial logra, a través de estas iniciativas, una salida en la que poder aplicarse y abrirse camino. Y cuando me refiero al diseño en este sentido quiero referirme a los cientos y cientos de diseñadores industriales que logran con ello una salida profesional. Que tienen proyectos y trabajo que de otra forma no tendrían seguramente.
En el lado opuesto, por desgracia, esto ocasiona un cierto acomodamiento del diseño. Éste puede llegar a deformarse perdiendo de vista su dinámica más canónica y puede ser incapaz de emprender luchas a favor de salvar la industria tradicional y plantear soluciones. Esta desatención es lógica porque estas empresas se nos presentan como una alternativa natural a una industria que naufraga y logran llenar un vacío en muchos profesionales que, una vez satisfechos no precisan buscar cambios. De esta forma, cubiertas algunas necesidades, muchos diseñadores empiezan a dejar de implicarse a ciertos niveles ideológicos porque asimilan que este nuevo tipo de empresas pueden responder a esa pretendida evolución lógica del sector industrial. Hecho que no es del todo cierto, bajo mi punto de vista.
Otras cuestiones indiscutiblemente favorables es que se crean empresas y también se crean y/o mantienen puestos de trabajo. Son muchos los pequeños talleres que siguen aguantando gracias a estas editoriales.
Por otra parte a su vez se crean, aparentemente, nuevos planteamientos de mercado liderados por un diseño de respuesta más rápida y cercana.
En contra tenemos que decir que es un diseño industrial planteado con una enorme carencia de inversiones y que provoca limitaciones y precariedad. A veces no solemos ver esto de forma evidente porque se nos venden unas soluciones avaladas en base a los cambios del sistema. Hecho nuevamente discutible.
Sobre este punto debemos considerar que las empresas tradicionales suelen fabricar una tipología concreta de producto. Están focalizadas en una especificación sectorial. Esto permite generar un valor de marca que se traslada a lo que se produce.
Un ejemplo: Tenemos empresas que fabrican iluminarias. Esas empresas que fabrican día tras día lámparas están obligadas a mantener una evolución y una mejora constante de sus productos e invierten en ello una ingesta cantidad de dinero destinado a diseño industrial, investigación y desarrollo. Tienen claramente localizados a sus competidores y se produce una constante "competición" de mercado que juega a favor de los usuarios que disponen de mejores productos.
Son empresas que destinan parte de sus presupuestos a lograr ese nivel de innovación porque es necesario para alcanzar una cota de mercado que, a su vez, les permite mantener las estructuras creadas. La excelencia, la calidad y la innovación son aspectos que derivan directamente de estas inversiones y que generan a su vez el citado valor de marca. Todo este proceso es un esfuerzo objetivo que se incorpora al producto de forma positiva y evidente.
También debemos sumar a este tipo de empresas el hecho de que están obligadas, por encontrarse integradas en mercados regulados, a homologar todos sus productos. De esta forma los usuarios reciben de ellas fiabilidad, seguridad y garantía.
En el lado contrario, el de las editoriales, vemos mucho más reducidos estos beneficios puesto que la diversidad ofrecida no está sometida a esta estricta regulación ni tampoco a una estrategia innovadora aunque pueda parecerlo en los resultados. En realidad todo el peso recae exclusivamente en la propuesta de diseño recibida y no en una labor de trabajo continuado a través de los años. Esto es muy importante. Es una diferencia sustancial que permite separar ambas filosofías de industrialización.
Pero esta falta de recursos económicos incide también de forma bastante negativa en los resultados puesto que se recurre a unos procesos y a unas tecnologías que no precisan apenas inversiones y los diseñadores deben trabajar de forma muy limitada.
(...)
Y así podríamos seguir puntualizando cuestiones a favor y cuestiones en contra. Sumando y restando entre uno y otro sector representado por una "industria fabricante de productos tradicional” donde el diseño industrial es un agente estratégico más y una aparentemente "nueva industria" donde el diseño industrial es un factor central.
El problema de fondo es que parece que el decrecimiento y/o hundimiento de una industria tradicional va a favor del aumento -por la justificación de cambio de modelo que se lanza- de esta nueva industria o estrategia empresarial. Un hecho importante por el que merece la pena pensar y reflexionar.
¿Debemos creernos que algunas de estas empresas son una alternativa y/o una evolución del sector industrial y por ello empezar a enfocar bajo este prisma el diseño industrial del futuro? O por el contrario, ¿No es más que otra alternativa de mercado surgida en una época compleja y por ello debemos seguir apostando por lograr fórmulas para salvar una industria validada sobre la que se ha articulado originalmente el diseño industrial?
Sin duda estamos ante un nuevo e interesante debate que se abre y que influirá en el diseño industrial del mañana.
En esta reflexión me refiero a un tipo de editoriales muy concretas. Son aquellas que está basadas y se han organizado en torno a un diseño industrial que, por desgracia, no ha logrado disponer de oportunidades en el sistema actual existente. Y por este mismo motivo están obligadas a justificarse en los términos ideológicos que lo hacen.
Marzo de 2013