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Los clientes merecen un Diseño industrial ejercido profesionalmente

En general, cuando desempeñamos nuestro trabajo como diseñadores integrados en un estudio, dentro del Dpto. interno de diseño de una empresa o bien en cualquier otro tipo de estructuras empresariales ajenas a uno mismo, tenemos bastante claro que nuestro trabajo tiene carácter profesional y asumimos con él toda una serie de obligaciones y deberes.

Pero nuestro papel parece quedar menos claro cuando trabajamos por cuenta propia. Seguramente porque trabajando desde esta faceta somos un poco más flexibles y es mucho más fácil perder de vista nuestras obligaciones y el sentido real de nuestra labor, sobre todo si no tenemos mucha experiencia previa. Lo que aludiría principalmente a todos los que durante estas semanas os habéis graduado en diseño y/o a los más recién llegados a la profesión.

A todos vosotros, en primer lugar, muy bienvenidos. A vosotros va destinada hoy esta reflexión abierta que solo pretende animaros para que no os dejéis, bajo ninguna excusa ni pretexto, cosas por el camino.

Nos formamos y/o estudiamos diseño para diseñar, esto está muy claro. Y seguramente este poderoso afán marcará vuestras primeras acciones, tanto para bien como para mal.
Pero hoy día, por desgracia, no todos los jóvenes diseñadores podréis integraros en estructuras como las citadas al principio, ni incorporaros al mercado laboral con la agilidad que desearíais, por lo que convertiros en “diseñadores individuales” se os puede antojar, aparentemente, como aquella salida inmediata con la que satisfacer esas primeras necesidades. Al margen, claro, de todos aquellos casos en que esta opción sea ya un fin principal.

De ser así no está demás comentaros que diseñar por cuenta propia, al margen de lo que podáis haber interpretado desde las revistas, las ferias, las exposiciones, el trabajo de otros colegas, internet o los foros públicos, no significa diseñar sin un proyecto definido, sin un briefing y/o sin un cliente. Nada más lejos aunque a veces pueda parecerlo.
Por esta razón es muy importante que, si queréis empezar bien, establezcáis como regla principal diseñar siempre de la forma más profesionalmente posible, es decir adquiriendo siempre las correspondientes obligaciones y deberes. O, francamente, en su defecto no diseñar sin estar integrados en equipos de trabajo.

Trabajar lo más profesionalmente posible significa sencillamente diseñar de forma correcta. Y aquí no hablamos de los resultados sino del proceso.
En primer lugar debéis buscar potenciales clientes, desarrollar –cuando entren- los proyectos siempre desde el inicio al fin (o tener toda la cadena controlada si se subcontratan o delegan fases) y sobre todo cobrar el trabajo para tener siempre muy claro el esfuerzo a derivar y para poder ofrecerle también así el máximo respeto al cliente. Un cliente que entonces os podrá exigir y a su vez lo haréis vosotros sobre vuestro propio trabajo. De esta forma todos ganamos y el diseño sale reforzado.

Soy de los que piensan que el diseño industrial nació disciplinariamente con la pretensión de ser ejercido de forma profesional. Pienso que no existe un diseño por hobby o para pasar el rato. Los proyectos y su impacto resultan de tal importancia para la industria y la sociedad que el diseño debe tomarse con la seriedad que se requiere.

Uno de esos primeros impactos es el económico. Debéis saber, aunque es bastante obvio, que la práctica del diseño industrial conlleva forzosamente la gestión de inversiones económicas ajenas a nosotros mismos como diseñadores. Inversiones que pueden ser realmente muy importantes.
Muchas empresas dependen de la rentabilidad de este tipo de inversiones por lo que es vital mantener la máxima exigencia al respecto.
Gestionar el dinero de nuestros clientes lleva implícito la garantía de ciertos resultados por nuestra parte así como el deber de adquirir la responsabilidad adecuada sobre la confianza que se ha depositado en nosotros. Que no es poca.
Unos compromisos y obligaciones que marcarán siempre los resultados y que difícilmente pueden asumirse desde otro ámbito que no sea el estrictamente profesional.

Por propia experiencia puedo deciros que plantear unos objetivos y establecer el umbral económico que nuestros clientes derivarán, nos obliga a desarrollar el diseño industrial en su máxima expresión. Sin atajos. Pasando por todas sus fases. Debemos trabajar con el debido rigor sin pensar en los esfuerzos, desarrollando el proceso de diseño de forma completa.
Soy consciente de que parece mucho lo que tenemos que asumir pero en realidad no es más que lo que, presuntamente, habéis aprendido durante vuestros años de formación.
En este sentido -abordar los proyectos de forma integral- no podemos dejarnos llevar por la situación actual y diseñar a cualquier precio. Tenerlo siempre en cuenta.

Por el contrario, si no planteáis proyectos debidamente trazados, controlando y realizando todas las fases, creerme que os será realmente muy difícil gestionar las generalidades de los planteamientos y por extensión os será casi imposible tener un control exhaustivo del proyecto a niveles económicos. Por lo menos de forma objetiva y con la anterioridad que se demanda del diseño.
Y ante esta y/u otras carencias, por mucho que os puedan decir, el diseño no tiene mucho sentido.

Pensar que el proceso de diseño es como un puente pasarela de madera. Cada fase y subfase supone un tablón de seguridad bajo nuestros pies que ha de llevarnos a la otra orilla con seguridad. Así que llevar el proyecto de forma correcta nos permite dar un paso tras de otro siempre con firmeza. Pero no abordar partes del proceso nos obligará a saltar, por la ausencia de tablones, asumiendo con ello un elevado riesgo de caída al vacío.

En realidad es muy sencillo. En definitiva podemos decir que diseñar es asumir los compromisos tácitos que todo cliente espera de nosotros como diseñadores. Tan solo debemos estar, nosotros y nuestro trabajo, a la altura.

Muy sinceramente os deseo a todos los mayores éxitos.

Aunque breve, esta reflexión es mucho más profunda de lo que podría parecer porque si asumiéramos siempre el desempeño del diseño industrial de forma profesional, no solo podríamos establecer con mayor criterio sus resultados sino que además acabaríamos con todos aquellos debates abiertos sobre sus finalidades y su ejercicio.

Julio de 2013