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La hora del diseño Industrial

Más del 80% de las empresas de nuestro país son PYMES. Un tejido empresarial que, al igual que en la mayoría de los países industrializados de la OCDE, suele establecerse como el motor económico más importante de las sociedades.
En España estas empresas generan alrededor del 60% del PIB. Son las que crean la inmensa mayoría de puestos de trabajo privado (en torno al 90%) y suponen una importantísima tributación fiscal para el estado. En esencia podemos decir que son las auténticas locomotoras del progreso social y un valor seguro de futuro que viene avalado, o así debería ser, a través de sus políticas de I+D+I. Dinámicas propias de mejora continua que tienen como finalidad garantizar su adaptación, validez y existencia.

En teoría, a tenor de los datos, bajo este esquema podríamos presumir un futuro social esperanzador pero está claro que el número de políticas y/o de acciones eficaces, destinadas específicamente a salvaguardar los intereses de este potente agente económico, parecen no corresponderse con la importancia que el sector representa para nuestra sociedad. Y es que a lo largo de las últimas décadas, arrastrados por la inercia de los buenos ciclos económicos y centralizando gran parte de los recursos en entornos más especulativos de resultados más rápidos (como por ejemplo la construcción y/o la Banca), no se han realizado los necesarios ajustes estructurales para que hoy una gran mayoría de estas empresas no estén expuestas de manera tan sensible a las crisis y a los cambios de modelo.
Así pues, muchos de los problemas que sufren actualmente las empresas españolas, no derivan estrictamente de la crisis financiera sino que son en realidad los síntomas evidentes de nuestra incapacidad para prepararles un futuro.

Ante este desastre queda muy claro que deberían haberse realizado de forma continuada -desde las instituciones y desde las propias empresas- un sinfín de planteamientos destinados a potenciar la exportación y la competitividad. Dos factores clave para la supervivencia de todas las empresas.
El diseño, fundamental en la competitividad, no ha logrado establecerse en el seno empresarial en los porcentajes que serían recomendables y no cabe duda de que es también responsable directo de la debilidad de las PYMES.
En España no se ha logrado normalizar el binomio “Diseño y Empresa”. Una asociación consolidada en la mayoría de los países más avanzados social e industrialmente.

Esto no significa que mediante una buena estrategia y estructuración no hubiéramos sufrido el azote de estos duros años de recesión pero seguramente hubiéramos dispuesto de muchos más –y sobretodo mucho mejor enfocados- elementos de protección y reacción.
También podríamos considerar la hipótesis de que derivando más esfuerzos a las PYMES las opciones especulativas no se hubieran convertido en las burbujas que, por desgracia, todos hemos sufrido y seguimos sufriendo.

Es lógico pensar que potenciando y reactivando a las PYMES estableceremos una sociedad mucho más dinámica y rica. Y que cambiando la visión, a una de más largo recorrido a través de escrupulosas políticas de I+D+I, dispondremos de ciclos de bienestar más duraderos y estables. Algo que parece chocar frontalmente con las últimas doctrinas que defienden un cambio radical del sistema y con las que congenia una parte del diseño actual. Por esta razón el diseño tiene que posicionarse también en uno u otro sentido.

Personalmente creo que no es tiempo de experimentos ni de forzar las situaciones. No es nuestro papel aprovechar la debilidad de una sociedad para hacer planteamientos de perfil radical-idealista que acaben con un agente de tanto peso social. No es justo que desde el diseño –que ha fallado estrepitosamente a la hora de aportar una salida- demos ahora la espalda a todo un sistema.
Quiero creer que es mucho más acertado, desde un diseño serio, apostar y trabajar por el mantenimiento del sistema actual. Labor que no está en absoluto reñida con la mejora de propio sistema.

Trabajar en este sentido implica tomar decisiones de manera urgente. Vivimos una situación delicada y tenemos que llevar a cabo, con un menor margen de tiempo y con una mayor precisión, algunas de las acciones que no hemos realizado en los últimos años. Entre ellas establecer mayores incentivos empresariales que permitan una mayor flexibilización de las empresas, aligerar la presión fiscal a la que siguen estando sometidas, establecer –siempre en clave europea- una política arancelaría que permita luchar contra la competencia desleal, gestionar de mejor manera todos los recursos, destinar muchas más ayudas para la implantación de políticas de I+D+I (…) y sobre todo, en lo que respecta a nuestro sector, hacer entender que el DISEÑO INDUSTRIAL es un elemento, no solo necesario sino también obligado para todas las empresas que miren al futuro.

El diseño tiene que tomar partido de forma clara o no habrá salida. Es hora de empezar a hablar seriamente de diseño en el seno empresarial y de hacerlo a partir de un diseño en términos sustantivos. Es decir, hablar de él principalmente como estrategia, método y finalidad. Aparcar de una vez por todas la autocomplacencia, la subjetividad y la especulación para establecer un encuentro desde su génesis y desde su propósito.
Solo demostrando su importancia socioeconómica y su influencia directa sobre la competitividad de las empresas seremos creíbles y tendremos posibilidades.

Desde un punto de vista interno del diseño, hacerlo llegar e integrarlo en las empresas pasa por exigir a nuestras asociaciones un mayor esfuerzo pero sobre todo una divulgación del diseño mucho más rigurosa y efectiva. Éstas deben, no solo empezar a hablar un mismo idioma consensuado para la creación de puentes con la industria sino hacerlo en favor de todos. Contrariamente a lo que vienen haciendo desde hace años apoyando solo a un selecto grupo de estrellas, viviendo de subvenciones y gestionado solo un diseño que les es afín para sus intereses.
Y si no están dispuestas a asumir este nuevo papel, la responsabilidad del diseño, en este caso la de los diseñadores, es la de buscar nuestras “voces oficiales” en nuevas plataformas, instituciones y/u organizaciones o en su defecto crearlas para tales fines.

A nivel académico, no cabe duda de que también debe establecerse una disciplina mucho más sólida –e igualmente consensuada a lo largo del territorio- que esté mucho más relacionada y centrada en el ámbito empresarial e industrial. Un diseño más “empático” con la realidad.
No reiterar errores del pasado en el futuro depende en parte de esta pauta. Seamos también con este ámbito –el académico- de lo más exigente posible…

En realidad no hay grandes secretos. Tampoco hay mucho más. Las PYMES, necesarias para el sustento de nuestra sociedad, tienen que saber de la existencia de un diseño que va más allá de superficialidades y subjetividades. Han de poder integrar en sus filosofías un diseño capaz de crear competitividad. Entenderlo como un nuevo agente estratégico que le ofrezca soluciones estructurales de futuro. Tan solo tenemos que llegar a ellas.

Sin empresas no hay diseño. Como diseñadores esta es nuestra responsabilidad primera.

Este artículo se escribió originariamente para el primer número de la publicación Proyecta 56. Una publicación divulgativa del diseño industrial que os invito a conocer y seguir por las excelentes colaboraciones, artículos y pensamientos que allí se plasman.

Octubre de 2013