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Durante los últimos meses venimos asistiendo a un voraz alzamiento sobre algunos planteamientos de diseño presuntamente indignos e irrespetuosos con y para nuestra profesión. Concursos, propuestas y resultados que acaban siendo el centro de un “acoso y derribo” abierto por parte del diseño más público y/o representativo.
Pienso que esto último es lo reprochable, lo más grave y lo realmente incoherente. Me pregunto seriamente si ésta es la actitud más eficiente e inteligente para defender nuestra profesión desde esas privilegiadas posiciones y creo, en la mayoría de los casos, que no. Que no es el camino más adecuado.
La última muestra la tenemos en el recientemente divulgado -y creo que duramente criticado- trabajo del interiorista Nacho Moscardó que, convocado por el ayuntamiento de Alcossebre (Castellón), ha realizado el "planteamiento gráfico" de la campaña para la promoción del turismo local.
Sobre el nivel del trabajo resultante y el procedimiento de selección que ha llevado a cabo el ayuntamiento, tengo muy poco que opinar y mucho menos que defender. Es totalmente criticable y me reafirmo lógicamente en el mensaje general que puede desprenderse sobre la precariedad de los resultados en los trabajos realizados por "no profesionales". Aunque esto es una cosa bastante obvia, por otra parte.
Ahora bien, como diseñador quiero decir que ninguno de los que han sometido a escarnio público al Sr. Moscardó me representan. Es más, dudo que en realidad representen nada del diseño de forma genérica aunque sean –y lo saben- voces públicas con cierto peso para "dirigir opiniones generales". Y no me representan por muchas razones pero sobre todo por sus formas y su "violencia".
Creo que ya tenemos bastante. Cada dos por tres atendemos a casos de este tipo en las redes sociales. Lapidaciones a empresas, personas y concursos a favor –presuntamente- de una dignidad que, muchas veces, vulneran los mismos “jueces y verdugos” con un bajo nivel en su trabajo cotidiano como diseñadores y un incongruente discurso sobre nuestra profesión. Y es que el diseño, como bien dice Alberto Corazón, vive una esplendorosa mediocridad de la que muchos de ellos no se libran. Y es que yo mismo sería el primero que no me atrevería a tirar la primera piedra.
Con el máximo respecto, a todos ellos me gustaría decirles dos cosas:
La primera, desde la total estima que le tengo a mi profesión, es que creo que debemos centrar mucho más la crítica en nosotros mismos, es decir en los diseñadores. De otra manera cometemos el ingenuo error de tratar a los intrusos como iguales. Les otorgamos un protagonismo que no merecen y estamos obligados a justificar una crítica que no puede sustentarse porque el trabajo no es profesional.
Esto no quiere decir en absoluto que los "intrusos" no hagan daño al diseño. Pero mucho más daño hace siempre el trabajo mal realizado por un profesional. Sencillamente porque éste si es parte de todo un colectivo y una experiencia para el cliente.
Así que sería bueno centrar las miradas en nosotros mismos y en nuestro propio nivel. Y me incluyo. No sólo porque hay mucho por mejorar dentro de nuestra casa sino porque además esta necesaria auto-crítica y posterior exigencia es la que verdaderamente suma a favor de todos los diseñadores.
Y la segunda cosa la quiero decir desde la experiencia que vivo a diario. Una situación que conozco con nombres y apellidos.
Me gustaría decirles abiertamente que, con esa defensa incansable e incluso, a veces, insolente del "diseño siempre remunerado", lo único que evidencian es una total ignorancia del panorama actual que vive el mundo del diseño. Por lo menos del sector concreto del diseño industrial. Aunque dudo mucho que otras disciplinas se salven.
Partiendo de la base de que pienso firmemente que el diseño siempre debe ser remunerado, el problema lo tenemos -y normalmente siempre lo hemos tenido- en casa.
¡Señores! No se están enterando ustedes de que va la película. Que los primeros que están trabajando sin cobrar –y con ello generando jurisprudencia desde hace mucho tiempo en este sentido- son un gran número de los que ustedes llaman “grandes diseñadores”. Esos que seguramente están entre sus ídolos e intocables colegas. “Profesionales” que realizan proyectos sin encargo -y lógicamente sin la garantía de cobrarlos- con la finalidad exclusiva de presentarlos a un cúmulo de empresas para ver si alguna los compra, en el mejor de los casos, pactando reducidos royalties. Pero, ¿y si no los logran vender? Pues el trabajo, estricta y sencillamente, podemos decir que se ha hecho gratis.
No hablemos ya de algunos diseñadores gráficos que, aun siendo "profesionales" se tercian a reventar precios en favor de la realización de proyectos ante la presión de un empresariado que tiene alternativas siempre más económicas.
Pienso que esto si que supone ser un problema importante en el que merece la pena centrar los esfuerzos. Lo es por dos motivos que se suscitan de esta endiablada dinámica. Uno es que se rompe el lógico proceso de encargo/diseño afectando a los fundamentos mismos del diseño industrial.
Y en segundo lugar es un problema porque generaliza una fórmula que va en detrimento de todos los diseñadores profesionales que intentamos cobrar siempre por realizar nuestro trabajo. Y es que, ¿Si ellos no cobran por qué lo vamos hacer los demás?
Por todo ello, estimados colegas diseñadores (algunos no tan colegas, ni tan estimados, ni tan diseñadores), lo coherente es barrer primero nuestra propia casa. Porque todo lo demás es simple y llanamente: Hipocresía. Y al diseño ya le va sobrando mucha. Por favor, no sumemos más.
Hoy, creo que lo justo es criticar a la crítica del diseño por no saber ver los problemas reales.
Espero muy sinceramente que se entienda el fondo de esta crítica que intenta realmente ser constructiva. No la he escrito para buscar aludidos y/o polémica sino para que se consideren otros enfoques más beneficiosos. Quiero reiterar que no avalo, ni defiendo los trabajos que despiertan estas oscuras pasiones del diseño sino que intento apostar por una estrategia, no solo más efectiva e inteligente sino también más coherente en favor de todos nosotros.
Febrero de 2014