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Los tiempos cambian e indudablemente todo se adapta a ellos. El diseño –en términos genéricos- no es ajeno a esta circunstancia y no solo provoca muchos de dichos cambios sino que estos suponen ser la demostración de su propia adaptación.
Cambios que, a pesar de lo que muchos piensan y proclaman, no tienen porque implicar una modificación ideológica y práctica, excesivamente profunda, en el diseño industrial.
Ya se habla sin tapujos del diseñador como gestor de estrategias, como generador de sinergias o como eje central y vertebrador de finalidades. Un papel que solo sería posible a través de la existencia de un diseño soportado por nuevos pilares.
No obstante son aun conceptos excesivamente etéreos, vagos y muy poco definidos que no dibujan en mí (ni en muchos de mis colegas) una realidad física como nos la ha dibujado hasta ahora el diseño que aprendí y que ejerzo.
Según este nuevo criterio proliferante parece que ser diseñador hoy, no es lo mismo que haberlo sido ayer.
Hoy nos dicen algunas de estas voces que el profesional del diseño está capacitado para un nuevo papel que abarcaría un marco mucho más amplio o incluso sin límites, donde la idea “tradicional” del diseñador como proyectista del entorno (del mundo físico) está algo desfasada. Muy desfasada o incluso muerta, como anuncian alegremente aquellas posturas más dogmáticas y radicales.
No dudo en absoluto de estas nuevas capacidades del diseño y del nuevo y polivalente perfil del diseñador aunque yo sigo prefiriendo dedicarme, por el momento, solo a una cosa: A Diseñar. A ser solo diseñador industrial, que ya es mucho.
Diseñar... Seguramente solo aquellos que estamos en la profesión desde hace años y de forma vocacional sabemos de la importancia de este verbo y de la dificultad para ejercerlo. A nosotros nos enseñaron a amarlo durante nuestra formación. Gozamos de un aprendizaje mediante un sistema académico que defendía la cultura del proyecto y que hoy empieza, peligrosamente, a sonarle a chino a los más jóvenes.
Delante de tanta especulación sobre el papel futuro del diseño creo que merecería la pena que los más jóvenes reflexionaran sobre si apostar por un sistema académico que retome aquella doctrina de la cultura del proyecto o bien prefieren someterse al actual plan académico del diseño que permite todo este tipo de disertaciones básicamente porque obliga al diseño a buscar un espacio que nadie es capaz de definirle.
Diseñar, en esa concepción clásica del término que quieren enterrar, supone para mi tal esfuerzo y tiempo que, de entre todos los papeles que le auguran al diseño, como he dicho, solo quiero ser diseñador industrial. Y es que no dispongo de tiempo para ser algo más.
Mayo 2014