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Una conocida marca de cerveza catalana ha convocado recientemente un concurso de diseño industrial para plantear su nuevo tirador. Dicha convocatoria se ha canalizado a través una importante asociación de diseño y ha derivado en un concurso “restringido” en el que la participación de candidaturas ha sido libre.
Es decir, de entre todas las candidaturas recibidas en abierto -books de presentación- se han seleccionado cinco a las que se les ha pedido un primer planteamiento conceptual, un anteproyecto. Este primer estadio de trabajo ha sido valorado en 500 Euros.
De los cinco anteproyectos la empresa seleccionará uno para ser ser desarrollado. Esta labor se ha valorado en 6.000 Euros, incluyendo además la supervisión para la fabricación del objeto. Así que el estudio de diseño y/o el diseñador industrial que realice finalmente el proyecto del tirador cobrará un total de 6.500 Euros.
Un planteamiento de concurso que al parecer ha satisfecho enormemente a nuestra “policía diseñil” que no ha parado de elogiar las formas y el fondo. Me refiero a ese grupo de “diseñadores” que lleva un tiempo dándonos "la brasa" con lo indigno que al parecer son la mayoría de los concursos de diseño.
Aunque aun no me ha quedado muy claro si esta satisfacción que muestran ahora se debe a que, por una vez el pastel se queda en casa, a que el concurso está promovido por una empresa muy cercana a una asociación a la que muchos de ellos están ligados de una u otra forma o porque en realidad no tienen criterio alguno y les han colado un gol con estas bases aparentemente tan dignas y perfectas.
Mirémoslo desde otro punto de vista y entenderemos claramente que este concurso de diseño no es diferente a otros muchos que han machacado, hasta aburrir, nuestros defensores de la dignidad del diseño industrial en el ámbito de los concursos.
Digamos que una empresa de cerveza –el cliente- necesita de un nuevo tirador. En vez de usar el conducto natural como muchas otras empresas y seleccionar a uno de los miles de profesionales y/o estudios que ofrecen servicios de diseño, no solo pagando lo que se establezca desde la parte del servicio sino además arriesgándose en la elección, se lo monta de tal forma que hace que sean los diseñadores los que se acerquen al cliente. Y aunque pueda pasar desapercibido, de esta forma tan sutil, la empresa de cerveza se hace con el mango de la sartén. Porque no es lo mismo que te llamen para un proyecto a que vayas tú a proponerte.
Los organizadores deciden además de forma unilateral, al margen de la capacidad, la experiencia, el caché, los recursos, el esfuerzo a derivar y la valía del profesional que ha de escogerse para abordar el encargo, que el coste del proyecto es de 6.500 Euros. Reiteremos que con la supervisión de la fabricación incluida.
Un precio algo alejado del umbral medio de un trabajo de estas características y complejidad. Sobre todo entendiendo que, más allá de la dificultad del proyecto debemos de tener en cuenta que no es lo mismo que lo realice un diseñador industrial freelance, con unos gastos e infraestructuras mínimas, a que lo realice un gran estudio de diseño sometido a más gastos y mayores cargas fiscales.
Por si fuera poco el cliente logra pagando un total de 8.500 euros, no solo una excepcional divulgación de su marca y ampliar las probabilidades de acierto disponiendo de 4 anteproyectos y 1 proyecto propiamente dicho sino que además extrae un mayor rédito de la inversión cubriendo sus necesidades seguramente durante lustros.
Seamos rigurosos, visto de esta forma y desgranando un poco más sus bases y su planteamiento, este concurso de diseño no es muy diferente a otros muchos que se han cuestionado de forma abierta.
Así pues, ha bastado la convocatoria de un concurso de diseño industrial por parte de una empresa “amiga” de una poderosa entidad del diseño de este país para que se retraten todos los que se vienen erigiendo defensores de nuestra dignidad profesional frente a los concursos.
Y ha quedado meridianamente claro (aunque habrá muchos que seguirán sin querer verlo) que esos mismos que dicen presuntamente defender nuestra dignidad profesional están sencillamente bajo las directrices de uno de los lobbys del diseño. Eso en el mejor de los casos porque en el peor de ellos solo actuarían así por la imposibilidad de "sacar tajada" del pastel del diseño que queda fuera de las garras de su poder.
Hemos tenido que esperar a que se convoque un concurso de diseño por parte de sus más allegados para que nos enseñen el plumero sin muchos reparos. Y es que la verdad siempre aflora, aunque muchas veces no sea tan bonita como nos la habían pintado.
Al final todo queda en casa, se promociona el mismo diseño de siempre y todos tan felices...
Cómo muchos sabéis he defendido, no sin matices importantes, la convocatoria de los concursos de diseño porque suponen ser, bajo mi criterio, una excelente oportunidad para muchos colegas. Y en los tiempos que corren y con un lobby del diseño que vela principalmente por su rebaño, las oportunidades no están como para ser desaprovechadas.
Y aunque no repetiré aquí nuevamente mi justificación sobre lo que, para bien, pueden suponer los concursos para los diseñadores, si que quiero dejar dicho que lo indigno en ellos no se encuentra tanto en sus bases, los derechos y las cuantías económicas sino más bien en la elección de los jurados y en su valoración. En primer lugar porque el jurado está compuesto normalmente por colegas de profesión a los que siempre hay que exigirles responsabilidades y esfuerzos y porque si el fallo no es justo, riguroso, está condicionado y/o responde a intereses todo lo demás, se defienda lo que se defienda, sobra bastante. Y lógicamente porque todos somos mayorcitos como para saber si nos conviene o no, sin necesidad de la tutela de los guardianes del diseño, participar en uno u otro concurso.
Quiero dejar muy claro que esta reflexión no critica ni cuestiona este concurso concreto. Ni a su jurado, que pienso que es de altura. Es más, he de reconocer que es un concurso en el que me hubiera gustado mucho participar con ozestudi. De hecho, nosotros enviamos una carta para presentar candidatura pero lamentablemente el jurado ha estimado que no somos un estudio adecuado para este proyecto. Cosa que lógicamente aceptamos sin más, como no podía ser de otra forma.
Simplemente he querido poner de manifiesto la hipocresía y la incoherencia con la que muchos han alzado sus voces en contra de unos concursos mientras defienden, por intereses, otros muchos con los mismos oscuros trasfondos e irregularidades. Por interés te quiero Andrés...
Noviembre 2014