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A muchos les sorprende que, siempre que puedo, escriba mis proyectos. Seguramente porque la mayoría de diseñadores empiezan el proceso de diseño con un lápiz en la mano dispuestos a dibujar.
Una vez confirmado el briefing del encargo y realizada la fase previa de información y análisis, suelo escribir los primeros rasgos del proyecto. Reflejo las intenciones exclusivamente con palabras. Describo los objetivos e intento describir también con detalle un proyecto que aun no tiene forma.
La ventaja que tienen estas anotaciones escritas frente al dibujo es muy clara, por lo menos para mí. El dibujo suele ser normalmente una aproximación bastante fiel a una idea y/o una realidad, por lo que esa misma concreción limita muchas veces nuevas posibilidades. Es decir, la claridad que nos expresa un dibujo, unas líneas que definen una solución, nos deja muy poco margen para enfoques alternativos. Radicalmente alternativos. Además, ¿cuantos de nosotros no nos hemos dejado cautivar por la imagen que hemos creado y ya no hemos sido capaces de escapar de tal seducción? Pero, ¿era realmente lo que el proyecto necesitaba? A veces no.
En cambio las palabras, considerándolas en el mismo nivel de validez que el dibujo, me permiten dejar las puertas mucho más abiertas. Escribir me obliga a pensar conscientemente porque lo que pretendo explicarme a mí mismo (y explicar a mi cliente) debe tener lógicamente sentido. Las palabras evocan conceptos que posteriormente pueden ser transcritos con una mayor variedad de posibilidades gráficas.
Cuando escribimos, las palabras que proponemos no suelen ser nunca automáticas. Uno no escribe normalmente en "trance". Mientras que el dibujo muchas veces, y más siendo una herramienta habitual en nuestra profesión, puede producirse de forma automática. Cogemos el lápiz, metemos la cabeza en el papel y dibujamos. ¿Cuántas veces no hemos revisado bocetos de hace unos días y ya no los comprendemos, verdad? Al dibujar, nuestra propia habilidad y destreza nos traiciona en muchas ocasiones. El dibujo no es una garantía al diseñar. Son muchos los que se ahogan por el simple hecho de saber nadar.
Esta particularidad que incorpora, siempre que puedo, mi proceso de diseño -escribir los proyectos- ha influido lógicamente en mi perfil como diseñador. Y no sólo ha sido determinante en mi propia manera de diseñar –ésta que ahora os estoy mostrando- sino que además me ha inculcado una mirada mucho más crítica como persona.
Aunque parezca extraño, no miro el mundo en imágenes (dibujo) sino que lo observo de manera reflexiva a partir de las palabras. Así que no suelo centrarme en las formas, los colores y/o los rasgos visuales de aquello que me rodea sino que la conexión que establezco con mi entorno, como diseñador, se produce a otro nivel de profundidad. Y la verdad es que lo encuentro enriquecedor e interesantísimo.
Esto no significa que no dibuje. Claro que no. Dibujo y mucho, aunque mal. El dibujo es una parte fundamental e imprescindible del proceso de diseño industrial. Solo que cuando lo hago, cuando tengo el lápiz ya en mi mano, éste recibe las órdenes precisas porque ya han sido escritas. Ya han sido pensadas y reflexionadas. El dibujo no es sólo ahora una imagen superficial y nítida sino que incorpora propósitos más lejanos y es además un elemento más maduro que mejora el proyecto.
Muchos de vosotros podréis pensar que esto puede quitar frescura al diseño, es decir a su resultado. Pero creo sinceramente que no es así. Qué el lápiz trace con seguridad aquello que se deseaba plasmar no significa que la imagen visual (aquel aspecto superficial del mundo que los diseñadores planteamos) no pueda albergar a su vez prontitud y frescura. No veo que mi trabajo presente esta carencia.
Podría parecer paradójico que el diseño industrial, una disciplina orientada a la creación de elementos físicos, pueda ser abordado con efectividad a través de las palabras. Pero no lo es si entendemos que el diseño industrial, como proceso, incorpora un importante componente intelectual.
Cuando puedas haz la prueba. Diseña escribiendo y me cuentas.
Cuando hablamos del proceso de diseño industrial entre colegas podemos observar claramente las diferencias con las que cada uno trabaja. Personalmente me resulta muy interesante ver como llegamos a las soluciones mediante senderos muy diversos aunque nos ciñamos todos a un mismo proceso y finalidad. Así que hoy he encontrado interesante dejar este pequeño detalle de mi propia particularidad en el proceso de diseño.
Para ser justos he de decir que no siempre dispongo del tiempo necesario para trabajar de esta forma. Ni todos los encargos son susceptibles de incorporar este método pues hay veces que trabajamos sobre aspectos muy parciales.
Febrero 2015