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Después del desasosiego que me ha producido el artículo de mi estimado colega Santiago Espinosa, de recomendada lectura, he tenido la necesidad de poner en orden algunos pensamientos. Así que se agradece enormemente que unos piensen sobre diseño para hacernos pensar al resto también sobre él. Muchas gracias Santi.
Es cierto; “El diseño no cambiará el mundo”. Bueno, según lo veo, es cierto pero con matices. Con muchos matices, diría.
Vivimos una época en la que cada día parece ser único e histórico. O así se nos quiere hacer ver diariamente desde los medios a través de la vehemencia con la que se nos cuentan los acontecimientos. Pero tampoco esto es una verdad completa. Cada día es histórico, si, pero de ahí a que los hechos que se nos venden producirán realmente un punto de inflexión en la dinámica del mundo, hay un trecho. Un trecho enorme. Y sin embargo, el mundo cambia constantemente sin estas reiteradas efemérides.
Pero, ¿Por qué digo esto? Pues porque la constatación de un cambio en el mundo, a no ser que sea radical o violento, la suele ofrecer con mayor claridad la distancia del tiempo, más allá de los deseos y la percepción de cada uno. Pienso muy sinceramente que es muy difícil ser consciente, con una certeza absoluta, de estar cambiando el mundo y lógicamente también desconocemos si nuestro trabajo y/o acciones provocarán alteraciones en él.
Por si fuera poco, todos los diseñadores sabemos que los cambios, desde el diseño, no deben ser nunca radicales o abruptos porque hay que dar tiempo a que los usuarios interpreten y comprendan su contexto artificial o, sencillamente, lo rechazarán. La historia está llena de fracasos que se avanzaron a su tiempo y de pasos dados en falso por la urgencia de llegar primero. Así que, más allá de las excepciones, los grandes cambios que provoca el diseño los consigue mediante la suma constante de pequeñas alteraciones que permiten la mejor adaptabilidad posible del ser humano a un mundo siempre en constante estado de cambio. En realidad, nada muy diferente a las mutaciones que, durante miles de años, están moldeándonos.
Que el diseño ha sido en ciertos periodos históricos, en ciertos contextos y liderado por ciertos diseñadores, normalmente con el beneplácito de la industria, el motor de algunas sociedades (convertidas muchas veces en espejo) y elemento de cambio palpable contemporáneamente hablando, es indiscutible. Pero por norma general solemos reconocer esa importancia del diseño, más bien porque estamos ante excepciones radicales y muy concretas que todos conocemos o bien, de forma mucho más natural, por retrospectiva.
“Que el diseño –hoy- no cambiará el mundo”, no será una certeza sin esa necesaria y analítica mirada hacía el pasado, que en este caso juega siempre a nuestro favor porque los cambios se producen y el diseño es, muchas veces, protagonista. Así que tan cierto es lo uno como su contrario por lo que deberíamos darle un margen de confianza al poder de nuestro trabajo diario.
Para mi tranquilidad he cambiado la afirmación de Santi por una que deja un poco abiertas las puertas a la esperanza, lo suficiente como para que pase por ellas el sentido de nuestro trabajo como diseñadores, por lo menos para todos aquellos que aun confiamos en un diseño analógico y atemporal, si se me permite esta acepción sin interferir en la interpretación de su capacidad innovadora y por ende transformadora.
No todo el diseño cambiará el mundo. Pienso que esta afirmación se aproximaría mucho más a la realidad, tanto actual como histórica y futura. Y además, el diseño que cambiará -o que cambia- el mundo, normalmente lo hace de forma tan progresiva y silenciosa que parece que no lo hace. Es simplemente, como he dicho antes, una cuestión de adaptabilidad y de comprensión del entorno.
De todas formas, personalmente no es algo que me preocupe en exceso durante mi trabajo como diseñador. No es nunca una pauta explícita de briefing que mi diseño cambie el mundo aunque si lo es que intente ser siempre innovador y como tal, estoy muy seguro que variará significativamente algún pequeño esquema establecido, ni que sea alguna que otra vez. Cambios que probablemente ayudan a otros cambios.
Quizás el diseño de farándula, los fuegos de artificio, los nuevos gurús y su descrédito posterior, las firmas, la moda, el mercantilismo actual de la formación del diseño y la superficialidad que demanda una gran parte del mercado y de usuarios, esté formada por un diseño –éste sí- sin capacidad alguna de cambio. Y quizás este diseño, en boga y en boca de todos a todas horas y en todos los sitios porque resulta ser un mercado mayoritario que necesita movimiento, se toma como parámetro de generalización con tal credibilidad que ha logrado, por desgracia de muchos, tapar a otro diseño existente que, en su ordinaria existencia, acompaña los grandes cambios (siempre paso a paso) que el mundo está dando a cada vuelta. Quiero creer que si antes de abandonar el diseño.
Mi desconocimiento no me permite opinar nada al respecto de los datos que aportan las "disciplinas puras” a las que aludía Santi como aval de un nuevo diseño más objetivo, provechoso y con poder de cambio vs la utilización de metodologías y elementos más tradicionales pero podría ser otra verdad a matizar porque, según lo veo, si a ese nuevo diseño no le seguimos impregnando poesía, humanismo y no dejamos en él un rastro como seres humanos, como siempre hemos hecho los diseñadores, creo que tiene los días contados como diseño, propiamente dicho.
Pero quien sabe, habrá que echar la vista atrás de aquí unos años. Hasta entonces, no me cabe la menor duda de que estos pensamientos que despierta el diseño, en uno y otro sentido, solo vienen a mostrar la pasión, o por lo menos el interés, que produce en nosotros esta fascinante disciplina. Y la verdad, se agradece el debate porque enriquece y refuerza nuestra profesión.
Marzo 2017