Que digo yo que...

De todas las cosas que pienso sobre el diseño y que configuran, en parte, la manera en la que lo entiendo y lo aplico, digo yo que algunas de ellas serán válidas y estarán vigentes, tanto para mí como para otros muchos diseñadores. Y no se muy bien por qué, pero intuyo además que gran parte de las que presuntamente son correctas hacen alusión a las sustancias que amalgaman el propio diseño como disciplina, como las finalidades, los procesos y metodologías, la crucial importancia del lenguaje, la palabra y el pensar, así como el hecho de organizar el proyecto a modo de contenedor de historias. Pero, ¿qué es el diseño si no es esto?

Pensamientos que no son para nada recientes, arraigados en mi condición de diseñador ya desde mi época de estudiante, hace ahora más de dos décadas, pero imagino que fueron motivados por razonamientos similares -sino iguales- discurridos por los que me precedieron mucho tiempo antes.

Por esta razón, cuando hoy oigo hablar del design thinking, el método agille, lo discursivo, el lenguaje, el storytelling o narrativa como algo novedoso, como recién construido por las más actuales, brillantes y privilegiadas mentes del diseño, advierto que debe de haber existido un punto en el que el diseño académico ha hecho “borrón y cuenta nueva” porque, perdonarme, pero todo esto es más viejo que el diseño mismo.
Que ahora se llame de otra forma y que se nos venda con otro envoltorio; bien, pero es más antiguo que la alpargata. Ah, y lo de la resposabilidad, la sostenibilidad y lo estratégico del diseño, pues más de lo mismo. Así que, muy a mi pesar, tengo otra vez que acabar este escrito con una conocida convicción que me ronda hace tiempo por la cabeza: creo que el diseño se enseña mal y en consecuencia se hace muy mal diseño. Lo siento para muchos.

Y ahora sigamos con los festivales y eventos, con los premios, los artículos y las conferencias magistrales porque estas cosas que aquí he dicho importan, visto lo visto, más bien poco.

Junio 2022

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