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® Diseñador industrial. 2025
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He oído cientos de veces la frase “no me gusta” para juzgar un objeto —y con ello, sin saberlo, se tira por tierra todo el trabajo que hay detrás—, como si los artefactos respondieran únicamente a una cuestión de estilo o de gusto.
Estoy cansado de repetir que las soluciones de diseño son perfectamente medibles a través de parámetros objetivos. O dicho mejor al revés: los diseñadores disponemos de los recursos y los conocimientos necesarios para desarrollar soluciones controladas en todos sus frentes, incluido el de su impacto visual. Seamos rigurosos y desterremos cualquier otro planteamiento interesado basado en lo subjetivo.
Que una curva esté descompensada, que las partes del objeto no guarden relación entre sí, que un detalle genere una tensión innecesaria o que la geometría no tenga correspondencia con la función o la estructura, son siempre errores de diseño, nunca cuestiones de gusto, aunque se presenten como tal.
Los diseñadores industriales no nos formamos —y espero que siga siendo así, por el bien de la disciplina— para hacer cosas “bonitas”. Y no me malinterpretéis: esto no significa que no busquemos crear objetos bellos, que empaticen y agraden a la mayoría. Muy al contrario: no solo perseguimos siempre esa meta, sino que estamos capacitados para alcanzar resultados armónicos, estéticos y agradables en cada proyecto; objetivamente agradables.
Puede parecer un tema menor, pero no lo es. Porque aceptar la tesis del gusto —basada, seguramente, en el hecho de que diseñamos mal o porque no se sabe juzgar— es llevar el diseño al terreno incontrolable de la subjetividad: ese espacio cómodo, ideal, para quienes no entienden el diseño industrial en toda su magnitud y al que, con demasiada frecuencia, se aferran algunos clientes para hacerte trabajar más.
Seguro que visto así, el "no me gusta" suena tan pobre como el razonamiento que lo motiva.
Octubre 2025