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... o como unos cardan la lana mientras otros se llevan la fama.
Hace pocos días me reuní con el responsable de una empresa y su equipo externo de diseño para el análisis de un nuevo producto que habían “diseñado”.
El motivo principal de la reunión era ver si podíamos estudiar y aportar soluciones completas de desarrollo y fabricación. Buscaban básicamente delegar en nosotros la solución total (materiales, estructuras y procesos) de la idea que los diseñadores le habían planteado.
En la reunión pude comprobar un poco perplejo que el material que los diseñadores aportaban del proyecto eran simplemente algunas representaciones muy generales del producto. Imágenes con las que imagino que les habrían vendido el proyecto a sus clientes.
Al margen de estas imágenes de impacto aportaron únicamente algunos esquemas básicos por no llamarlos simples bocetos y algunos dibujos generales sin ningún tipo de detalle y sin adelantar solución alguna, ni técnica ni constructiva. Para eso parece que ya estaban otros y quedó muy claro porque así lo expusieron de forma abierta en la reunión sin ningún tipo de tapujo, complejo o trauma. Podría decirse que mostraban una actitud con la que parecían decir que estaban en una especie de peldaño superior desde donde, al parecer, solo se plantean ideas y/o conceptos. Ahora bien, si estas propuestas son o no viables parecía quedar en un segundo término o no tener nada que ver con el diseño industrial. Realmente algo surrealista.
El equipo de diseño industrial que aportaba la escueta idea a estudiar representaba a un estudio de diseño que goza de cierto prestigio. No eran meros estudiantes donde las ilusiones priman más que las soluciones y a los que debemos excusar su falta de experiencia. Para mayor sorpresa, si cabe, están además estrechamente vinculados al mundo docente. Eran jóvenes profesores de diseño industrial. Pero, ¿Qué pueden enseñar a sus alumnos con estas enormes carencias?.
Me pregunté entonces cuantos profesionales anónimos integrados en los departamentos técnicos de las empresas de los clientes de este tipo de diseñadores no serán de forma directa los responsables exclusivos de que sus productos acaben siendo un éxito.
Pues seguramente muchos. Muchísimos más de los que podemos imaginar aunque jamás suelan ver reconocido su trabajo de forma pública por estos mismos diseñadores cuando promocionan sus productos en conferencias, simposios o presentaciones.
La verdad es que el proyecto aportado, por llamarlo de alguna manera, no había por donde cogerlo y tras un primer análisis ya se advertían importantes cuestiones y soluciones que incidirían en lo que se había planteado y que supondrían con seguridad cambios tan radicales que el resultado sería bien distinto de aquellas idealizadas imágenes que el cliente observaba con tanta satisfacción. Pese a todo, y siendo conscientes de que es parte de nuestro trabajo, aceptamos el encargo.
No es la primera, ni la segunda, ni la quinta vez que tenemos que atender, desde el Dpto. Técnico y Diseño de la industria para la que también trabajo como diseñador industrial, este tipo de encargos por lo que empiezo a pensar que más que una casualidad es en realidad la forma de trabajar de muchos diseñadores industriales y/o estudios de diseño.
Esta mala práctica, porque es indiscutible que es una mala praxis digan lo que digan, le pese a quien le pese, se basa sencillamente en plantear tan solo una idea muy general. Proyectar imágenes llamativas con las que convencer a un cliente poco informado sobre las finalidades reales del diseño industrial para posteriormente trasladarle todos los problemas a terceros. Buscar la solución total del proyecto por medio del departamento técnico de la empresa cliente, o bien ante la ausencia de estos recursos como era el caso, a través de otros equipos de diseño. Con ello no solo se incrementan los costes del propio proyecto como es lógico sino que en la visión del cliente se establecen diferentes niveles de diseño industrial, lo que es aun peor. Inverosímil pero cierto y además parece más habitual de lo deseable por lo que es realmente preocupante.
Podemos pensar, a partir de la existencia de estos irregulares procedimientos, que el mundo del diseño industrial en lo que respecta a los diseñadores industriales, es decir a los profesionales que lo integran, es muy parecido a un Iceberg.
Lo que vemos sobre la superficie, ese radiante prisma triangular bañado por la luz del sol, está compuesto por profesionales con nombre y apellidos sobradamente conocidos por todos. Profesionales que en muchas ocasiones tan solo se limitan a firmar ideas vagas o conceptos difusos aunque posteriormente, mediante la labor no reconocida de otros profesionales, acaben convertidos en productos de éxito.
Sumergidos, bajo la línea de flotación, estamos todos aquellos diseñadores y técnicos más anónimos (e incluso podría decirse que mucho más humildes) que alejados de los focos intentamos hacer nuestro trabajo lo mejor y más rigurosamente posible y que sabemos, para fortuna nuestra, que el diseño industrial es algo más que un mero dibujo sin solucionar y que se basa principalmente en aportar soluciones. Al margen claro está, de mostrar también una parte innovadora y creativa que siempre se le ha de presuponer al diseñador industrial y que parece obviarse por parte de muchos clientes quizás porque muchas veces nos limitamos exclusivamente a dar solución a las ideas de los demás.
Formamos en realidad el núcleo mismo del iceberg y por el hecho de estar debajo posibilitamos a su vez, con nuestro trabajo silencioso, que el mágico triángulo superior no se hunda bajo el mar. Muchos tienen la suerte de flotar porque otros muchos más están debajo realizando un duro trabajo con profesionalidad y humildad por lo que no estaría mal que de vez en cuando salierán a la luz.
Algunos de los diseñadores industriales que forman ese pico privilegiado y visible son los que denominamos como las “vacas sagradas” del diseño industrial. Título que ostentan muchas veces sin más mérito que haber estado en el lugar adecuado a la hora adecuada, es decir más por casualidad que por méritos propios. Pero la realidad es la que es y ellos, merecidamente o no, están en el púlpito del diseño industrial y tienen por esta razón la oportunidad de proclamar consignas y verdades siempre a su favor y de hacer creíble cualquier cosa que dicten. Y la verdad es que tiene mucho mérito porque no dejan de realizar a diario el milagro de convertir el agua en vino para sus clientes, si se me permite la metáfora.
Al final unos son siempre los que se llevan la fama mientras otros cardamos la lana. Esto es muy típico en nuestro País. En este caso los que cardamos la lana, no sin esfuerzo, somos nosotros que además permitimos con nuestro trabajo que esos afamados diseñadores gocen de un prestigio paradójicamente incuestionable.
Con esta reflexión no quiero decir que los diseñadores que estamos bajo la línea de flotación del iceberg del diseño industrial seamos perfectos. Ni tan siquiera que seamos mejores que otros muchos que están arriba. Tampoco que merezcamos estar sobre la superficie o apropiarnos de esa fama que se han ganado otros, sea de la forma que sea. Nada más lejos.
Los de abajo también cometemos errores y muchas son las veces que nos equivocamos estrepitosamente, quizás porque apostamos en solucionar los temas. Necesitamos también la ayuda de muchos otros pero por lo menos lo que si hacemos es intentar trabajar con un mínimo de rigor en todas las fases que componen el proceso de diseño industrial porque consideramos que es nuestra obligación. Y lo hacemos para aportar siempre, en medida de nuestras posibilidades, soluciones en todos los sentidos convencidos de que es esta nuestra responsabilidad y obligación como diseñadores industriales dando así además sentido real al diseño industrial.
Hoy esta reflexión va dedicada a todos aquellos que trabajamos en la sombra (y que me consta que somos muchos) para que otros se lleven la fama.
Nosotros seguramente seguiremos cardando la lana, con mucho gusto, porque creemos que da sentido al diseño industrial y a nuestro trabajo..
Julio 2011