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® Diseñador industrial. 2024
® ozestudi. 2024
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Quizás si. El diseño industrial es ante todo síntesis. Puede decirse que es un proceso que busca lograr la simplificación de problemas complejos en estructuras mucho más sencillas, controlables y asumibles.
Seguramente es esta una de las razones fundamentales por las que el diseño industrial se establece como una de las mejores estrategias en el seno de las industrias. Por su capacidad de optimizar no solo ya recursos sino sistemas más generales.
Hace unos meses nos embarcamos desde ozestudi en un nuevo proyecto de diseño. El planteamiento, que no desvelaré por no estar aun comercializado, circula en torno al diseño de un producto de uso en centros de belleza que pretende incorporar notables innovaciones frente a sus análogos.
El briefing inicial, aportado rigurosa y detalladamente por el cliente, venía acompañado de tres prototipos funcionales del futuro producto. Esto es así porque en una primera instancia el cliente recurrió exclusivamente a la ingeniería para buscar soluciones a sus problemas, ahora entiende que no fue algo muy acertado y contactó posteriormente con nosotros porque las primeras soluciones no le habían satisfecho lo suficiente.
El equipo de ingeniería que resolvió el encargo en un primer término, del que cabe decir que está compuesto por grandes profesionales que además conozco y con los que comparto trabajo, planteó artefactos excesivamente complejos. Eran soluciones donde se percibía que la progresión había sido siempre para sumar. Es decir que evidenciaban el siguiente pensamiento:
- “¿Necesita un muelle?, pues colocamos un muelle. ¿Necesita esta pieza mecanizada?, la hacemos. ¿Hace falta este elemento?, lo incorporamos"....
Procedimiento analítico con el que se pierde siempre la visión más general y que nos permite muy poca síntesis.
No contemplaron (acto nada criticable bajo ningún concepto pues tampoco es su papel) que lo que tenían entre manos debía acabar siendo un PRODUCTO. Y por esta razón seguramente no sometieron las soluciones al contraste de puntos tan importantes como que el resultado debe ser un elemento con una clara función de uso que debe contemplar siempre a un usuario, es decir a un ser humano. Pensar que debe resultar un artefacto estructurado en base a unas relaciones ergonómicas, con un coste competitivo, una fabricación sencilla e incluso, porque no decirlo, se omitieron totalmente los aspectos emocionales que si contempla el proceso de diseño industrial.
El resultado de este trabajo derivó en objetos con excesiva apariencia robótica y mecánica que no incitaban para nada la relación con el usuario y que tendrían, analizados desde el punto de vista del producto, excesivos problemas de fabricación y mucha dificultad para incorporarse al mercado.
Pero lo que motivó que el cliente buscara en otras disciplinas una nueva solución no era esta apreciación formal ni la citada carencia general de condicionantes conectados al resultado. El problema principal es que la función práctica de uso estaba también al límite, es decir que se había enfocado tan estrictamente desde un punto de vista mecánico que se había perdido el concepto general de la idea y su propia función. Y si bien el artefacto funcionaba, no se puede negar, esta función estaba muy relacionada con ciertas dependencias de uso, tales como bajar o subir palancas para activar o desactivar un movimiento, tener en cuenta una pieza para liberar otra, etc…
Finalmente aceptamos el reto siendo conscientes de que si retrocedíamos del estadio actual del proyecto e iniciábamos planteamientos canalizados por el diseño industrial (y recogiendo todo lo bueno que la ingeniería nos había dejado) seríamos capaces de lograr otras soluciones.
Cuando confirmamos el proyecto no sabíamos si serían soluciones mejores o peores pero si que sabíamos que serían diferentes porque el enfoque proyectual que introduce el diseño industrial dista del que realiza la ingeniería industrial propiamente dicha.
Poco después, cuando logramos analizar el producto sin que lo que teníamos encima de la mesa nos condicionara, logramos vislumbrar que podía haber una solución mucho más sencilla y básica. Esa solución obvia a la que siempre es difícil llegar.
Tras el correspondiente proceso de información, estudio de mercado y análisis de la función logramos encontrar acciones funcionales muy similares en otros productos y sistemas y fuimos capaces de plantear una solución, no solo ya más novedosa sino mucho más coherente, controlada económicamente y con muchas más posibilidades.
Debemos entender que uno de los recursos con los que nos dotará el diseño industrial es esta maravillosa capacidad de reinterpretar y/o extrapolar lo existente para crear nuevas soluciones. Soluciones que se percibirán normalmente como nuevas porque el diseño logra diluir en la estructura general el sistema existente integrado.
El diseño industrial no debe tener jamás la pretensión de inventar sino más bien de aplicar y modificar lo existente para lograr nuevas e innovadoras metas y objetivos. Actuar de forma diferente seguramente nos llevaría al fracaso.
Tras los primeros planteamientos de proyecto diseñamos las piezas y lanzamos unos prototipos previos. Lo hicimos en una etapa muy inicial del encargo para poder contrastar las ideas con la primera aportación física de referencia que nos dejó el cliente.
La síntesis aplicada a las ideas nos permitió lograr un artefacto totalmente diferente, mucho más sencillo y práctico y con todas las posibilidades de adecuarlo al “concepto producto”.
Cuando el cliente estudió la solución que le planteamos se sorprendió gratamente. Muy gratamente, la verdad. La propuesta era fácilmente legible. Se entendía la solución aportada y esto permitía una mejor comunicación del objeto vs los potenciales usuarios. Las inversiones estimadas (aun estamos en fases muy iniciales) son muy reducidas y la funcionalidad y la posibilidad de crear realmente un producto innovador y competitivo son muy esperanzadoras.
El cliente reconoció que siempre pensó que el diseño industrial tan solo se preocupaba de los aspectos formales y/o externos de los productos y que por ello jamás pensó en la posibilidad de acudir a un diseñador industrial.
Ahora, sin embargo, entiende que el diseño industrial resuelve también cualquier tipo de problema funcional y/o estructural. Y que los resuelve siempre intentando restar, es decir dejando el proyecto en la mínima expresión posible en todos los sentidos. Comprende que el diseño pretende siempre la máxima simplicidad en las soluciones y que incluso muchas veces lo hace compartiendo procesos con ingenieros y/u otros profesionales.
Actualmente es consciente que el diseño industrial no solo resuelve esas premisas sino que también, contemplando el objeto como un producto, se preocupa de los costes, el mercado, los materiales, los procesos industriales para su fabricación, la optimización de recursos y un largo etcétera.
Así que me alegra mucho poder contar esta anécdota porque pienso que un cliente bien informado sobre las posibilidades del diseño industrial es un cliente potencial de sus servicios. Y porque muchas veces nuestro papel, como he dicho en otras ocasiones, se basa en la más correcta divulgación e información de nuestro propio trabajo.
Entiendo que podrían suscitarse algunos errores de interpretación y por ello me gustaría decir que deseo que la reflexión se entienda básicamente como el aprendizaje de un cliente y su descubrimiento del diseño industrial y no como la contraposición y/o la efectividad de ciertas disciplinas.
Octubre 2011