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He reiterado en muchas ocasiones la falta de una divulgación efectiva del diseño industrial. Creo que seguimos teniendo una enorme dificultad para llegar de forma masiva y general a todos aquellos agentes implicados en el desarrollo de un producto. No logramos transmitirles las soluciones y la labor que el diseño y su gestión pueden ofrecerles.
Por esta razón sigo pensando que el diseño industrial -en general- es un gran desconocido pero sobre todo y de forma más particular lo es para los emprendedores de perfil inventivo. Es decir, para todos aquellos que generan ideas de forma autónoma y que necesitarán de la industria para materializarlas o llevarlas a cabo.
Si tenemos en cuenta este desconocimiento y lo sumamos al notable incremento de este tipo de perfiles durante los últimos años, seguramente motivado por la crisis que obligada a muchos a agudizar el ingenio y/o a buscar ingresos por cuenta propia, podremos entender que nos hallamos ante un gran problema.
Tenemos por una parte los servicios y por la otra los potenciales clientes pero ambos no pueden llegar directamente el uno al otro porque no existe una comunicación clara que los conecte.
Esto provoca una situación muy peligrosa para este tipo de emprendedor puesto que, al no poder recurrir al canal que sería más adecuado, llaman muchas veces a puertas equivocadas tras las que les espera un árduo y duro camino que suele desembocar en nefastas consecuencias.
¿Pero a que problemas se enfrentan estos emprendedores al no poder canalizar bien sus ideas?
Principalmente a derivar, en la mayoría de las ocasiones, muchos recursos económicos y mucho tiempo de forma innecesaria. Esto significará probablemente tener que enfrentarse a problemas emocionales provocados por la frustración y a problemas económicos por haber soportado un elevado sobregasto, ocasionado mayoritariamente, por la mala inversión destinada al desarrollo de una idea que jamás les dará la rentabilidad esperada.
Está claro que muchas veces no son conscientes del problema al que se enfrentan porque se enrocan en su propia idea y/o invención. Suelen pensar que su idea es fantástica, única y genial y que les solucionará la vida. Un pensamiento muy habitual derivado de la ausencia de estudios de mercado u otro tipo de aproximaciones tangibles preliminares.
Ante este convencimiento es lógico pensar que harán todo lo posible para llevar a término su empresa. Ya sea contigo o sin ti.
Y está claro que no podemos negar que en algunos casos es cierto que estarán ante una gran idea pero también debemos de admitir, por desgracia, que estos afortunados solo representan un escasísimo porcentaje.
La mayoría de las veces, tras un análisis riguroso y objetivo mediante el que contrastar las aparentes soluciones técnicas-funcionales así como tras evaluar la “invención” en relación al problema a resolver, su necesidad y el mercado, seguramente concluiremos que profundizar y/o empeñarse en el desarrollo de esa idea será un camino de resultados desastrosos. Tanto desde el punto de vista económico como en el terreno emocional, como ya hemos dicho.
Y dado que estadísticamente la mayoría de los emprendedores estarán expuestos a este duro final, es sumamente importante esforzarnos todo lo posible para acercarles la gestión del diseño industrial y aquellas disciplinas afines que les permitan disponer de claros datos sobre viabilidad económica, fabricación, mercado, función, necesidades u otros.
Pero la realidad es la que es. No llegamos a ellos y lamentablemente la mayoría de emprendedores y/o inventores no disponen ni conocen este tipo de servicios y/o recursos.
En parte por la reiterada poca divulgación del diseño industrial pero también porque desde la propia disciplina este tipo de emprendedor que presenta ideas, invenciones o propuestas sin ninguna estrategia de mercado establecida aunque si con excesivas lagunas y preguntas abiertas, suponen normalmente tener que aceptar -por parte del diseño industrial- una serie de problemas, sobreesfuerzos y responsabilidades que lógicamente muchos no desean asumir. Así pues, los unos por los otros, seguimos de espaldas.
Los diseñadores industriales somos conscientes de lo mucho que incide para el éxito de un producto el hecho de haber dispuesto de una clara estrategia y de una descripción y/o definición detallada y completa de todos los problemas a resolver.
No es lo mismo someter el proyecto a un briefing repleto de pretensiones proviniente del departamento de marketing de una empresa, que además ha configurado una estrategia en base al conocimiento de sus productos, de su mercado y de sus clientes, que someterlo a la idea personal (y habitualmente vaga) de una persona ajena a los procesos de diseño industrial, las reglas de los mercados, los productos, sus necesidades y sus particularidades.
Pero, ¿Cómo son y que pauta suelen seguir este tipo de emprendedores ante el desconocimiento de ciertas estructuras o servicios profesionales?
Imagino que cada uno buscará en medida de su conocimiento y de sus posibilidades aquellos caminos concretos que considere que son más aptos para llevar a cabo su idea. Una idea que ha de generarles, presuntamente, enormes beneficios.
Por norma general estos emprendedores -en los casos que personalmente conozco- sin excesivos recursos técnicos ni económicos, centralizan todo su valor en la propia idea. Cuando recurren a los primeros canales sobre los que avanzar para el desarrollo de sus ideas suelen aportar muy poca información más allá de unos bocetos muy básicos. Complementados eso si, con muchas explicaciones orales pero que no suponen, en absoluto, ni soluciones claras ni fiables ni están contrastadas.
Por si fuera poco, algunos no son ni tan siquiera conscientes de que aquello que describen ya existe y que con un poco de investigación (google) se hubieran podido evitar el primer desencanto.
Delante de la actitud que suelen mostrar es recomendable advertirles de que deben aprender a gestionar sus propias ilusiones para que éstas no influyan de forma determinante y exclusiva en la toma de decisiones.
Suelen reconocerse como "padres" de una idea exclusiva. Postura que queda sobradamente demostrada en el celo que muestran en hacerla pública sin antes tener ciertas garantías de confidencialidad. Piensan, por encima de todo, que su idea y/o invención es brillante y charlando con ellos podemos vislumbrar el potencial económico que creen poseer entre las manos.
Suelen intentar patentar estas ideas sin un estudio riguroso que les permita saber si este trámite merece la pena o directamente es inviable. En realidad dan palos de ciego. Y sobre el desarrollo de la idea suelen tener dos claras posiciones; una es la de intentar producir ellos mismos las ideas y la otra es la cesión y/o la venta de los derechos de esa futura patente. Dos posibilidades que suele además crearles un gran conflicto interno, causado principalmente por este presunto potencial económico que van a generar. Y se cuestionan que es lo que les resultará más beneficioso; si lanzarse a fabricar la idea o vender los derechos. No son capaces de ver que están "vendiendo la piel del oso antes de cazarlo" y que se hallan inmersos viviendo el “cuento de la lechera”. Por lo menos hasta una verificación profesional y global de su idea.
Algunos, incluso ya con patentes o registros habiéndo asumido a la brava los primeros gastos importantes, acuden en última instancia -y de rebote- a estudios de diseño industrial o ingenierías para materializar sus ideas.
Estos profesionales que intervienen en el desarrollo de las ideas y que no tienen necesariamente porque profundizar en ciertos aspectos, tales como estrategias de mercado, distribución, redes, etc..., se limitarán simplemente a proyectar aquello que el propio emprendedor les traslada. Se limitarán, cómo es lógico por otra parte, tan solo ha transcribir esas ideas.
Si asumimos el hecho de que solo un pequeño porcentaje supondrán realmente "buenas ideas", reconoceremos que estos procesos aislados, sin estrategia, supondrán también un gasto absurdo e innecesario porque tan solo demostrarán, después de trabajar seguramente meses en el proyecto, que es una idea inviable y el emprendedor se verá obligado a abortar el desarrollo. No sin antes haber desembolsado un capital importante.
Otros muchos se aventuran a proponer la producción de esas ideas directamente a pequeñas industrias o fabricantes que, arrastrados y cautivados por la ilusión del emprendedor, la esperanza en el funcionamiento de la idea y el privilegio de la exclusividad, participarán en el proyecto derivando recursos propios y ajenos a costa del emprendedor. Sumando a la ecuación nuevamente el correspondiente tiempo y dinero.
En definitiva, remitiéndonos al inicio del texto, lo importante es reconocer el peso que la promoción del diseño industrial y la gestión puede tener en el seno de los emprendedores (y por extensión en las PYMES) ya que permite prever caminos infértiles y simular procesos de I+D que pueden soportar perfectamente las empresas pero que están alejados normalmente de las posibilidades de los emprendedores.
De esta forma, sea cual sea el camino que un emprendedor inicia para hacer realidad su sueño, si que sabrá que no debe empezarlo sin un riguroso y pormenorizado estudio previo de viabilidad (en todos los sentidos) o estará expuesto y abocado al más rotundo de los fracasos. Por decirlo de forma coloquial podemos decir que ciertos aspectos de la gestión del diseño industrial les permitirían no meterse en harina hasta tener el horno listo.
Debemos tomar consciencia de la enorme importancia de todos estos temas. Consideremos que estamos hablando normalmente de personas físicas con recursos limitados, a las que un fracaso, sumado a un notable gasto económico, podría afectarles de forma irreversible.
Por esta razón es sumamente importante abrir el diseño industrial a todas sus posibilidades y ofrecerle a este tipo de emprendedores el más riguroso de los asesoramientos. Un estudio general estratégico. Así que debemos aumentar los esfuerzos de la divulgación en esta línea.
Y cuando lleguen a nosotros estamos obligados a ofrecerles sinceridad y profesionalidad. Explicarles que mediante una correcta gestión del diseño industrial, no gozarán de garantías al 100% pero si que lograrán evitar gastos injustificados. Y por encima de todo debemos decirles que su idea podrá seguir una hoja de ruta objetiva que buscará la consecución de unos objetivos claros, mucho más fiables y controlables. O en su defecto se podrá confirmar su inviabilidad minimizando al máximo el impacto.
A los emprendedores podríamos decirles, si les puede servir de algo, que la mayoría de las personas solemos tener ideas "geniales". Lo que ocurre es que una gran idea suele pasar muchas veces totalmente desapercibida. No solemos ser concientes de estar teniéndola y/o estar delante de ella porque la encontramos obvia, lógica y natural. Es aquí donde reside realmente la dificultad. No solemos advertir que algo aparentemente trivial es realmente extraordinario. Por ello solo unos pocos, con una exepcional capacidad de visión, son los primeros en plantearlas. Entonces dime; ¿Es tan sencilla realmente tu idea?
Escrito en Enero de 2012 y revisado en Junio 2013