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Somos humanos. Todos en mayor o menor medida buscamos el éxito profesional aunque éste seguramente sea conceptualizado de forma muy diferente entre unas personas y otras. Hecha esta afirmación sería bueno no confundir términos ni mezclar cosas que nada tienen que ver con la limpieza del “éxito” aquí expresado, así que olvidemos aquello de “a cualquier precio”, “pisando tu primero”, “ambición sin sentimientos”, etc.. La reflexión no va por aquí.
Si tenemos en cuenta además que una profesión liberal traslada todo el prestigio al personal humano que desarrolla las soluciones u ofrece los servicios aun entenderemos mejor que nuestro sector en concreto, el del diseño industrial, busque alcanzar siempre cierto reconocimiento. Básicamente porque es la carta de presentación para nuevas experiencias y nuevos proyectos. Así que el éxito no es otra cosa que la garantía para seguir trabajando. Y en principio nada más, que no es poco. Omito intencionadamente, al entender que no es motivo de esta reflexión, que el éxito también te permite más libertad para plantear nuevos retos.
La gran mayoría de nosotros conocemos sobradamente las reglas del éxito, o por lo menos las que nos permiten sobrevivir empresarialmente hablando. Son tan sencillas y básicas como difíciles de asumir con efectividad.
Cómo sucede con la mayoría de cuestiones, y de esto los que nos dedicamos al diseño industrial sabemos mucho, lo sencillo oculta tras de si una complejidad al alcance de muy pocos.
Dichas reglas las podríamos resumir diciendo que se basan en (1) ofrecer un servicio y/o producto diferente a lo existente. Diría que notablemente diferente. (2) Siendo más baratos que el resto sin por ello restar calidad y finalmente (3) tener muy claro el nicho de mercado al que vamos a destinar estos servicios y/o productos. Con estos tres pilares fundamentales la subsistencia está bastante garantizada o por lo menos, a través de estas acciones, habremos sumado muchas más posibilidades.
Si. Es bastante obvio y solo tenemos que estudiar los casos de éxito, tanto a nivel empresarial como en nuestro caso sobre servicios y/o resultados de diseño industrial, para darnos cuenta de que la mayoría de los que han perdurado en el tiempo y han logrado estar siempre vigentes en el mercado cumplen este triplete primario. El resto suelen ir a remolque, como suele decirse. Algo que es posible si el mercado vive periodos de esplendor pero verdaderamente peligroso cuando nos acontecen tiempos como los que vivimos, donde la selección “natural” llama cada día a las puertas de la mayoría.
Así que sería bueno, ahora que el mundo está sumergido en una brutal crisis, reflexionar, reflexionar y reflexionar al respecto. Todos debemos preguntarnos si nuestros servicios de diseño industrial, en primer caso, y los productos y proyectos que planteamos circulan en torno a lograr estos objetivos. Porque estos objetivos no solo inciden en los profesionales sino que son las características que demandan los mercados y las empresas.
No podemos negar que somos muchos los diseñadores industriales, y de otras muchas disciplinas de diseño, los que hoy día intentamos abrirnos -o seguimos abriéndonos- paso en un mercado altamente resentido. Al que si le sumamos la pésima divulgación que ha vivido el diseño industrial –en particular- en los últimos años podremos entender y admitir que cada día es más difícil estar en activo.
El remedio o la solución no es otra que la reinvención constante de uno mismo para lograr siempre ese valor diferencial. Debemos reconocer que ahora nos contratan por lo que hemos hecho, y por lo que hacemos, pero algún día nuestros argumentos serán repeticiones de nosotros mismos y de nuestros trabajos. Llegará un día en que lo hacemos, si no variamos los enfoques, perderá su valor por lo que siempre hay que evolucionar. Siempre.
Hoy ya no basta solo con que nuestros resultados sean muy buenos sino que toda nuestra estrategia como diseñadores –eso implica capacidad de comunicar, adaptar la tarifa al nuevo contexto, el trato dado al cliente, nuestra excelencia en el servicio, etc... - esté debidamente ajustada y engrasada para lograr estos objetivos.
Cómo he reiterado en otras ocasiones las crisis acaban convertidas en un arel sin piedad que filtra, con extremada exigencia, la mayoría de sectores dando solo oportunidad a los que realmente ofrecen resultados diferentes y válidos.
Desde ozestudi -y yo mismo como profesional del diseño industrial- gozamos de la suerte de que no nos falta el trabajo si bien somos conscientes de estas exigencias e intentamos adecuar nuestra estrategia y nuestra filosofía siempre a los tiempos. Hoy no somos seguramente como ayer. Somos un poco mejores pero aun somos mucho peores que mañana.
Si se nos permite una recomendación, desde esta reflexión, les diríamos –principalmente a todos aquellos que ahora empiezan en este mundo, tan duro como apasionante, del diseño- que no solo basta con intentar ser el mejor (en términos de ambición ya que está será el motor que realmente nos haga, ya no solo lograr nuestros sueños sino superarlos) que ahora deben ofrecer mejores servicios. Por ello antes de salir al mercado, ese monstruo abstracto que es capaz de devorar al “más pintado”, deben definirse y sincerarse sobre que es lo que tienen mejor que otros para lanzarse al mercado laboral siempre con nuevos y refrescados planteamientos.
No cabe duda de que en un mercado en el que todos hemos hecho y ofrecido lo mismo la competencia es durísima. Pero en un nuevo mercado bien diversificado lleno de profesionales del diseño industrial con visiones, servicios y soluciones diferentes todos tenemos cabida y siempre la tendremos. Reinventemos nuestro discurso en favor de todo un colectivo.
Febrero de 2012