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Disección académica: Peligros de una ruptura con las raíces del diseño industrial

Nos empeñamos desde hace ya bastantes años, muy probablemente arrastrados e inducidos por los procedimientos implantados en otras disciplinas a diseccionar el DISEÑO en lo que se refiere a su formación.

Coincidiremos en que el diseño industrial está formado por un grupo muy diverso de conocimientos (geometría, ingeniería, materiales, dibujo, historia, sociología, psicología, color, metodología, etc..) que entrelazados entre si y bajo un único paraguas general dan como resultado nuestra disciplina. De la que podemos decir, de forma muy genérica, que es la encargada de establecer el resultado formal, funcional y estructural de todos los artefactos, los objetos y los productos que nos rodean.

Seguramente también estaremos de acuerdo en que es meramente imposible adquirir en profundidad los conocimientos de todas esas ramificaciones formativas que se integran en el diseño industrial. Es por ello que el diseño se nutre de ellas de forma parcial y/o específica pero esto no supone en absoluto que sean partes divisibles o prescindibles. Ni tan siquiera el conocimiento exhaustivo de ciertas cuestiones nos garantizarán mejores soluciones porque siempre mandarán las relaciones que se establecen entre todas las materias que conforman la complejidad del proceso de diseño.

Aun dando por aceptado lo anterior, en lo que de integral debe tener la formación del diseño, se está implantando y aceptando la especialización de profesionales en base a estas malinterpretadas partes; ya sean a niveles conceptuales, prácticos o teóricos como por ejemplo a nivel de tipología de proyectos, de sectores industriales, de sectores comerciales, de sectores sociopolíticos, de formación, de “sub-disciplinas”, etc…

Hoy día se acepta con total normalidad la existencia de profesionales expertos o circunscritos a ámbitos tales como el ecodiseño, el packaging, el mobiliario, la tecnología, la consultoría, etc…
Este hecho no sería en absoluto negativo si esta especialización se produjese, a mi modo de entender el tema, por el bagaje profesional de cada diseñador industrial, por su propia elección o por la propia optimización de sus recursos intelectuales. Pero desgraciadamente podemos comprobar que no es así.
Esta especialización se produce hoy día mediante la adquisición de conocimientos localmente específicos. Que además, sorprendentemente, se han dejado de dar de forma general en la enseñanza del diseño industrial y se han convertido en una parte básica de otras nuevas sub-disciplinas. Un hecho desastroso para el diseño -como disciplina- pero altamente ventajoso para los intereses económicos de las escuelas y universidades.

Pensemos y reflexionemos desde un punto de vista profesional (en base comparativa del análisis del trabajo de profesionales graduados en una escuela vs el trabajo de profesionales graduados en otras escuelas y sus resultados) si este es el camino más lógico y eficiente o por el contrario esta disección no hace otra cosa que desconfigurar desde la raíz la propia disciplina haciéndola incluso más inútilmente compleja.

Muchos han sido los planes académicos y las instituciones en las que el diseño industrial se ha impartido, se imparte y se impartirá. Planes reglados y no reglados, oficiales y alternativos, de duraciones muy variadas, públicos y privados... Pero todos tienen en común, desgraciadamente, la ausencia de un marco general unificado basado en un planteamiento realmente solvente sometido a una estructura formativa que habría de permitir retomar la cultura del proyecto. Es decir, apostar por una doctrina integral que abogue por la suma y no por la división, entendiendo que el diseño industrial debe generalizar más que particularizar.
Solo desde esta generalización podemos trabajar con fragmentos más pequeños y por ende solo entendiendo estos sub-componentes (dentro de un conjunto) podemos abarcar una solución más general.

Creo que esta falta de comunión teórica sobre el aprendizaje del diseño industrial ha causado una ruptura total con planteamientos académicos que eran, desde ciertos puntos de vista y así se nos ha hecho siempre entender, válidos.
Hemos sido capaces de dejar en el cajón durante los últimos años los planteamientos de la BAUHAUS o los planes de estudio de Tomas Maldonado y la ULM (entre otros desarrollos teóricos-formativos) para lanzarnos “a la brava” a un entorno diluido que nos obliga a generar un esfuerzo mayor para resolver nuestro trabajo diario.

Bajo este procedimiento, predominante hoy día, está claro que necesitamos de un mayor esfuerzo a la hora de realizar nuestro trabajo porque la resolución de un proyecto, basándonos en la formación del diseño industrial actual, nos obliga a depender de un mayor número de profesionales y expertos especializados que han de intervenir en la misma solución. Estas aportaciones específicas externas acaban además convertidas en intervenciones de tipo parcial repercutiendo de forma negativa en el propio proyecto. Y no hablemos de sus costes y tiempos, que aumentan de forrma notable en todos los sentidos.

Podemos entender que esta puesta en práctica, totalmente aceptada y avalada por los propios planes de estudio actuales, es incluso antagónica desde un punto de vista conceptual de la disciplina que se aproxima siempre a las soluciones mediante una rigurosa optimización de todos los recursos y la máxima eficiencia y economía a todos los niveles.
Así que, valga la redundancia, creo que la enseñanza del diseño debemos volver a diseñarla para lograr un fin lo más optimizado y eficientemente posible. El futuro de nuestra profesión bien lo merece.

En un nuevo contexto europeo y ante la oportunidad de nuevo entorno de regularización y “estandarización” del aprendizaje del diseño industrial que se plantea para un tiempo próximo, sería bueno establecer de una vez, y siempre bajo el enfoque único de nuestra propia profesión, aquello que ha de permitir, no solo ya formar mejor a los futuros profesionales (mejorando con ello el mercado, la industria y las sociedades) sino además permitirles un mejor y más efectivo desarrollo profesional.

Esta correcta formación del diseño, por la que apuesto personalmente, debería aglutinar y generalizar más que aceptar la especialización y las sub-disciplinas por separado puesto que la totalidad de los productos que podemos diseñar, desde una cucharilla de café hasta un coche pasando por mobiliario, packaging, maquinaria, utensilios, iluminación, (cabe todo lo imaginable) tienen implícitos todos esos aspectos que hoy día se dan por separado. Entonces, ¿Por qué expulsarlos de un plan general?

Realmente puedo entender que este razonamiento que se explone va en contra del sistema actual implantado y entiendo que no interese en absoluto a las instituciones pero son reflexiones obligadas que han de permitirnos pensar sobre aquello que es mejor para nuestra propia disciplina.

Pienso que es muy peligrosa esta disección académica del diseño industrial para el futuro de la profesión así que deberíamos luchar por lograr un entorno académico mucho más solvente revisando nuestras propias raíces.

Julio de 2010