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La sociedad, el éxito y el diseño industrial

Hoy día parece que no basta con ser diseñador para tener trabajo dentro del sector del diseño. Hoy debemos ser además un diseñador de éxito. Y esto es así porque se ha creado todo un sistema en el que las empresas apuestan, en su gran mayoría, por este tipo de diseñadores. Un circuito en el que los nombres y la promoción importan más que otros valores.
Hoy las empresas apuestan por un nombre. Por una firma. Intentan garantizarse una página en el dominical de un periódico nacional buscando, seguramente, una publicidad que les ha de posibilitar más ventas. Estar constantemente en el candelero del "diseño". Eso dicen el mercado y el marketing. Pero no siempre es así.

La sociedad presiona, no cabe duda. Hoy parece que debemos tener éxito y todo se enfoca y se organiza desde ésta perspectiva. Pero el éxito que se nos presenta desde la sociedad –o mejor dicho desde el mercado- es un éxito condicionado a unos factores que normalmente nada tienen que ver con la realidad profesional ni con el diseño industrial. O el diseño en general porque es totalmente extrapolable a la mayoría de sus disciplinas.

El peligro de todo este tinglado es que repercute en el diseño de forma negativa abriendo debates que vienen a cuestionar un diseño si no se ciñe a unas normas que nada tienen que ver con el análisis objetivo de lo que, desde el punto de vista del diseño, es correcto o no.

A pesar del reconocimiento de que es un sistema interesado, intencionado y maquiavélicamente creado, el diseño industrial se condiciona también a estos borrosos parámetros. Y se establece un determinado canon del “buen diseño” que se distribuye desde las revistas, los medios, internet e incluso desde el seno académico, siendo esto último lo más preocupante.
El diseño a la fin, en ese ámbito público, acaba resultando ser ese diseño brillante de escaparate que se nos expone abiertamente todos los días. Y todo lo que se aleja de él es un diseño proscrito o con muy pocas salidas en ciertos circuitos.

Esta distorsionada realidad influye, como hemos dicho, de forma muy negativa en el diseño industrial. Conceptos y aspectos que siempre han estado integrados en el diseño hoy se tratan como temas independientes tomándose como tendencias y modas. Hoy parece que, si esos aspectos no son evidentes en nuestros proyectos –cabe decir que para que existan no tienen en realidad (una realidad rigurosa) porque ser evidentes- simplemente no existen y el mercado los rechaza.
Hoy los productos tienen que ser forzosa y visualmente sostenibles, ecológicos, sociales,… Una atrocidad más de un sistema que establece, únicamente bajo unas normas de mercado totalmente interesadas, lo que es bueno o es malo, lo que es correcto o no. Lo que procesará o descartará. Pero, ¿Qué ocurrirá cuando el mercado cambie de tendencia, cuando marque otras pautas? ¿Dejarán de existir cosas tan necesarías como las que se han tomado ahora como moda?.

Hoy el diseñador parece que debe someterse obligadamente a esta doctrina o no entrará en los circuitos comerciales. Unos circuitos, por otra parte, totalmente obligados para la supervivencia del diseño industrial.
Aquí reside el problema. El mercado adoctrina también al usuario bajo este prisma y éste ya no es capaz de entender otro diseño al margen de estos proyectos sometidos a las falacias establecidas. Por esta razón el mercado está obligado a seguir creando nuevas mentiras que impiden que un diseño industrial más ortodoxo se abra camino.

Buen diseño. Buen diseñador. Dos ideas que se definen bajo unos parámetros que nada tienen que ver con la realidad de la profesión.
Ser buen diseñador es en realidad hacer un buen trabajo. Es decir, utilizar todas las herramientas y los recursos necesarios para tomar las decisiones más correctas y adecuadas de cara a dar la mejor solución posible al problema dado. Y no hay más. Porque un buen proyecto es aquel que se ajusta a las necesidades que lo motivaron y esto no tiene nada que ver con la brillantez ni con las tendencias que se imponen. O con el talento, algo también hoy tan manido.
Ir más allá de esa labor rigurosa de buen profesional es en realidad un extra, un plus. No debemos crearnos la ansiedad de buscar la brillantez sino que debemos mantener la templanza suficiente como para realizar siempre un buen proyecto. Un proyecto en el que utilicemos la disciplina de forma no condicionada previamente, a pesar de que en este sistema que impera, la brillantez parece ser una pauta inicial de briefing.

El buen diseño es sencillamente un diseño surgido de la objetividad y el rigor que intenta aportar las máximas soluciones en todos los sentidos. Lógicamente si es brillante mejor pero si no llegamos a ese estado sobrenormal no deberíamos realmente de preocuparnos. Seguramente nuestros clientes no lo harán. Ellos esperan resultados y beneficios y un proyecto correcto siempre los da. En base a esta realidad nuestra preocupación primera debería ser hacer un buen trabajo.

Es fácil entender que el buen diseño nada tiene que ver con el talento –muy difícil de medir- o con ese canon que se ha establecido y que se nos vende a todas horas. Tanto es así –lo difícil que es obtener ese estado de brillantez- que el mercado se ha inventado todo este sistema para mostrar una falsa y necesaria brillantez que ha de lograr una mejor cota de mercado (y perpétua) de productos que en realidad son muy normales e incluso, paradójicamente, son malos productos. De esta manera los proyectos que copan las revistas son aparentemente tan magníficos. Porque el mercado, de forma interesada, así lo viene dictando. En ningún caso lo son a partir de un riguroso análisis crítico de diseño industrial. Esto lo tenemos que tener muy claro.

Dentro de este panorama social y de mercado inventado que está estrechamente también conectado a la economía, la disciplina de diseño industrial ha perdido su identidad. Algo que era predecible si tenemos en cuenta la ausencia de una teória sólida del diseño.

Debemos reconocerlo, hoy estamos bastante perdidos. Sobre todo las nuevas generaciones que se "dejan" influenciar por toda esta información modificada que reciben de los medios. Hoy para ellos el diseño es en parte ese que ven y que se valora tan positivamente. Ese que se demanda. Ese que triunfa. Ese diseño brillante. Extrañamente siempre brillante.
Hoy el diseño industrial para ellos viene dictado por ese canon y es normal pensar que harán todo lo posible por seguirlo y llegar a él porque además entienden, motivados por la inercia creada, que solo así podrán alcanzar el éxito. Un éxito que les garantizará trabajo, promoción y divulgación. Pero en realidad ser buen diseñador no tiene nada que ver con salir o no en los medios, con estar siempre en boca de todos. Ser buen diseñador tiene que ver en realidad con la labor que se realiza día a día durante nuestra vida profesional y el rigor que imponemos en esta labor. Pienso que el diseño es una carrera de fondo en el que la regularidad te llevará a tus metas.

Y si nadie lo remedia seguiremos incorporando al mercado un diseño de tendencia. Es cierto, muchos podrán decir que esto no es malo. Nada malo. Y tendrán seguramente razón pero solo si entienden que el diseño es algo tan pobre.
Para los que seguimos pensando que el diseño industrial es mucho más –y sobretodo algo mucho más profundo- este diseño se nos queda en la superficie y se aleja radicalmente del buen diseño. A pesar de todo lo reconozco; ambos pueden convivir, no lo discuto, pero no en los porcentajes en los que el mercado nos quiere hacer creer.

Esta reflexión está motivada tras ver que un gran número de usuarios –la verdad es que bastantes- se acercan a esta página a través de búsquedas en google tipo; “Cómo ser un diseñador de éxito”, "Convertirse en un diseñador famoso". Esto me hace entender que una gran mayoría de jóvenes diseñadores desean alcanzar este éxito porque es lo que se nos está vendiendo.
A ellos les diría, si se me permite un consejo, que solo se preocupen por hacer su trabajo lo mejor posible de forma objetiva y rigurosa. Al final probablemente encontrarán su hueco y su camino. Pero para que esto también pueda darse, el seno académico debe estar a la altura y alejarse de estas corrientes de mercado porque es desde aquí desde donde se originan estas primeras confusiones.

Septiembre de 2012