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Dos doctrinas de diseño: ¿Escuelas de Diseño o Universidades?


Esta reflexión debe de leerse desde la generalidad. Soy plenamente consciente de que existen excepciones que se alejan afortunadamente de la tesis que aquí se expone.

Antes de la estructuración universitaria de las nuevas ingenierías en diseño industrial y desarrollo de producto. Y también mucho antes del establecimiento de los estudios superiores de diseño, solo podía estudiarse diseño de forma reglada en las diferentes escuelas de artes, oficios y diseño -y/o escuelas de diseño- que existían. Instituciones que, aunque presentaban entre ellas visiones y planes muy diferenciados, podemos decir que en líneas generales todas miraban a un mismo horizonte.

Pero a partir de los años 90 en España, coincidiendo con la nueva organización de los planes académicos, se establecen dos grandes doctrinas de diseño industrial que vienen diferenciadas principalmente por los centros donde se imparte. Por un lado las tradicionales escuelas de diseño, que se adaptan ahora a la nueva situación académica y por el otro lado las universidades, propiamente dichas, donde se programan por primera vez estos nuevos estudios.

Pero, ¿tan diferentes son las visiones que abren estas dos líneas académicas como para poder hablar de doctrinas?

Personalmente pienso que si. Con la perspectiva que da el tiempo ya podemos analizar como es el diseño fruto de los cambios formativos de los últimos años. Y podemos constatar que la implantación del diseño industrial en el seno de las ingenierías lo ha arrastrado claramente hacía una visión excesivamente técnica. Un hecho que deriva probablemente de dos grandes circunstancias; el peso de su propio nombre y contexto –Ingeniería- y el profesorado destinado para impartir las materias, en un 90% (por no decir el 100%) ajenos, no solo a la realidad profesional del diseñador industrial sino también a la cultura del proyecto.

Lógicamente esta situación influye directamente en los estudiantes de diseño que asimilan e interiorizan su condición de ingenieros más que la de diseñadores, en un sentido disciplinar-tradicional de ambos términos.

En este contexto se define claramente una doctrina del diseño industrial que se centraría mucho más en dar solución física-técnica a todos los aspectos estructurales de un producto y que abriría además sus posibilidades –las del diseño- a ámbitos o circunscripciones exclusivamente de la ingeniería, como por ejemplo las instalaciones, la organización industrial, métodos,… donde el diseño tradicionalmente ha tenido siempre muy poco que decir. Se forma a un diseñador con una precaria concepción general de los aspectos comunicativos del diseño y el valor emocional de los mismos.

Por el otro lado, en el seno de las evolucionadas escuelas de diseño parece que se ha establecido una doctrina marcada básicamente por el resultado "estético"-conceptual.
Aquí el estudiante de diseño industrial es muy consciente de que está formado para el planteamiento de conceptos y para decidir la relación que los productos establecen con sus usuarios y su entorno. Se forma a un diseñador que acepta claramente sus propias limitaciones técnicas y que está condenado a trabajar siempre en equipo.

Delante de estas dos corrientes que dejan clarísimamente –ambas- cojos a los diseñadores, está claro que algo hemos hecho muy mal durante los últimos años, academicamente hablando. La dualidad actual, sumada a una constante revisión de los planes de estudio, ha dado como resultado, ahora que ya podemos decirlo, que el diseño sea de una forma u otra según dónde se estudie. Y esto es lógicamente un enorme problema para los diseñadores, para el propio discurso del diseño y sobretodo para la sociedad y la economía.
Un mal que afecta directamente a la visión que desde la sociedad y la industria se tiene de nuestra disciplina y que provoca que el diseño se vea como algo prescindible, superfluo y muy poco estratégico. Es decir, todo lo contrario de lo que debería ser.

Hoy estamos condenados a elegir entre los dos perfiles que vemos representados claramente entre las escuelas de diseño y las universidades. Las primeras recogieron los planteamientos académicos derivados de las enseñanzas artísticas y diseño de la década de los 60, que eran muy válidos, pero finalmente se han quedado en la superficie. Y las segundas se han limitado exclusivamente a organizar una nueva ingeniería bajo un nombre nuevo. De esta forma, hoy nos encontramos en la diabólica tesitura de tener que elegir entre lo malo, aquello qué es menos malo para cada cual.

Debemos tomar nota para el futuro. Estamos, como hemos visto desde los años 90, en constante revisión académica del diseño industrial. Debemos entrelazar ambas doctrinas, no solo para posibilitar un diseño más general y completo sino sobretodo para que los diseñadores podamos sentirnos iguales, tanto en igualdad de oportunidades frente a un proyecto como en la actitud que mantenemos todos sobre nuestra profesión.

No se trata, como pueden pensar algunos, de crear una super-disciplina incontrolable con la suma de ambas doctrinas sino más bien de sentarse, definir los objetivos y plantear rigurosamente, en base a ellos, un plan serio y válido que logre recuperar y/o ganarse el apoyo de la sociedad y la economía en los términos en los que el diseño es un agente fundamental.


Posiblemente muchos estudiantes y/o recién graduados no sean muy conscientes de esta diferenciación pero estoy seguro de que cuando la experiencia les haya brindado la oportunidad de compartir proyectos con profesionales formados en muy diferentes centros tendrán otra visión, seguramente un poco más cercana a lo que aquí se explica.

Julio 2014