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¿Un reconocido “mal diseño industrial” es mejor que la mediocridad?

He pensado bastante sobre la indiferencia en el diseño industrial. De hecho hace unos meses lo dejaba reflejado en este espacio con varios pensamientos como por ejemplo en este titulado directamente Diseño Industrial indiferente en el que vislumbraba un panorama que posteriormente -y por desgracia- se acabaría confirmando tras la clausura de la feria de Milán ‘11.

Sin percibir notables cambios desde entonces, más allá del reconocimiento de esta situación y de discursos generales algo más intencionados, sigo creyendo que la indiferencia es un camino del que no podremos extraer nada útil y al que debemos ponerle remedio proyectando con más compromiso aunque cometamos errores.
Desde luego es mejor equivocarse que no hacer nada. Y no cabe duda de que trabajar dentro de los límites de la indiferencia es en realidad no hacer nada porque es un esfuerzo realmente infértil.

Nadie discutirá que el ser humano es capaz de alcanzar las metas más altas pero también es capaz de realizar las más absolutas atrocidades.
No me atrevería a decir de forma rotunda que estos son los dos únicos extremos de nuestra condición humana. Unos extremos que nos permiten avanzar y evolucionar más rápidamente. Aunque si que me arriesgaría a decir que -con mucha seguridad- si son los dos enfoques principales que motivan un interés real y más provechoso sobre los que probablemente se apoyan, de forma más sólida y eficaz, las nuevas propuestas. Sean del tipo que sean.

En el ámbito creativo de forma general y desde luego de forma muy particular en el diseño industrial, existe un “terreno de nadie” localizado entre estos dos extremos. Un nivel donde a veces se ubican ciertos (o muchos) proyectos.
Es un espacio donde se aloja lo indiferente y lo mediocre. Un limbo que se encuentra a caballo entre lo válido-bueno-excelente y lo malo-pésimo. Un estadio medio que no motiva apenas sentimientos ni pasiones y que interiorizamos popularmente como “Ni chicha ni limoná”.

El diseñador industrial -hablando de nuestro caso- está habituado y expuesto a las opiniones de los clientes, los usuarios, del mercado, de los colegas, los amigos, etc.. Todos opinan sobre nuestro trabajo. De hecho somos nosotros mismos los que normalmente pedimos esas opiniones y es innegable que aprendemos de todas ellas y que nos sirven para tomarle el pulso y la temperatura a las ideas que generamos.
No podemos negar que nos encanta ser valorados (en el sentido estricto del término) pero está claro que no siempre lo seremos de forma positiva. Por esta razón lo más importante es saber y aprender que el hecho de “estar mal valorados” es en parte una valoración positiva o por lo menos una apreciación que nos permitirá crecer.

Seguramente durante nuestra andadura como diseñadores industriales habremos oído de todo -yo por lo menos si- pero si hay una opinión que me horroriza oír ante la valoración de una propuesta de diseño industrial esa es sin duda la de:

-Es un proyecto “interesante”. (y todas las de este estilo)

Por suerte no la suelo oír mucho y mi trabajo se ubica -pienso que para bien- en alguno de los dos extremos antes citados.

En nuestro contexto profesional y creativo creo que suele utilizarse directamente como un eufemismo de mediocridad que por norma general podremos constatar leyendo directamente la mirada del que lo expresa porque normalmente suele reflejar, simple y llanamente; indiferencia.

Bajo mi propia experiencia, aunque está claro que puedo estar totalmente equivocado, los proyectos “interesantes” no suelen prosperar más. Ahí se quedan flotando en el citado limbo cogiendo polvo después de haber pasado por este mundo sin pena ni gloria. Son proyectos - los "los interesantes"- que no son ni buenos ni malos y se asientan comodamente en la neblina difusa de la mediocridad. En realidad no motivan interés alguno y de ellos poco se puede extraer.
Es preferible recibir una opinión mucho más emotiva y desde luego siempre mucho más sincera aunque sea aparentemente mucho peor y dolorosa como por ejemplo:

-“Es un proyecto malísimo” o más hiriente y crudamente; “no hay por donde coger esta propuesta”

Oír esa valoración y madurarla es reconocerse situado en un extremo y es seguramente un incentivo para mover las cosas. Es un punto y aparte que nos indica que algo hemos hecho mal y nos ofrece un primer punto de partida para mejorar, para cambiar y para superarnos.
Un proyecto malo -o malísimo- quizás no es en realidad un tan mal diseño industrial porque logrará no dejar indiferente a nadie y ese punto de inflexión nos permitirá reflexionar, movernos, avanzar y proponer alternativas que ahora, quizás, si sean valoradas de forma más positiva.
En diseño, como en la mayoría de los ámbitos de la vida, lo importante es ser percibido, generar debate y opinión. Motivar interés aunque sea para una mala crítica.

No merece la pena hablar mucho de las valoraciones del extremo opuesto; las postivas. Son obviamente deseadas por todos y emitidas con cierta envidia sana por nosotros mismos. Son todas aquellas opiniones que sitúan nuestros proyectos o los proyectos de nuestros colegas en el lado positivo de la cuerda. Opiniones que harán que el proyecto avance solo hacía delante a poco que se sepa cerrarse con un mínimo de rigor.

Así que respondiendo a la pregunta que da titulo a la reflexión ahora puedo decir -por lo menos de forma personal- que SI.
Yo prefiero estar ante un proyecto malo, sea mío o de otro, que ante un proyecto mediocre, indiferente y lógicamente "interesante".

Creo que desde lo malo siempre pueden extraerse conclusiones y mejorar las cosas pero desde la indiferencia no extraeremos nada.

Así que el diseño nos agradecerá siempre ser auténticos aunque seamos malos.

Pienso que en la vida, como sucede en el diseño industrial, siempre estamos expuestos a esos dos extremos. El blanco y el negro, el yin y el yang, el bien y el mal, A o B,… Así que estamos sometidos, aunque nos pese, a ellos.
Por esta razón pienso que desde la moderación y el respeto es preferible también estar en uno de los dos extremos para generar cosas realmente nuevas que nos permitan evolucionar en todos los sentidos.

Junio 2011