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Diseño Industrial en Barcelona. Una marca con valor propio

Hablaba ya hace un tiempo de la idiosincrasia del diseño industrial en nuestro País. Y se confirmaba una rica diversidad que dibujaba cuatro grandes áreas geográficas en las que podemos reconocer que el diseño industrial tiene un carácter propio y genuino. Forjado a partir de las circunstancias contextuales, culturales e industriales particulares de cada región.

A pesar de que esta configuración está plenamente vigente y es además necesaria porque imprime cultura a nuestro trabajo, hoy podemos particularizar mucho más la localización de un diseño con personalidad propia. Podemos incluso hablar, sin con ello decir una tontería, de un diseño industrial en Barcelona que representaría, bajo una visión única, a un diseño que vendría a suponer la suma de muchos diseños. De los nuestros pero también de los de fuera de nuestras fronteras.

En lo que se refiere al diseño, puesto que podríamos hablar también de arquitectura, arte y/u otras de las muchas disciplinas que convergen sus miradas en la Ciudad Condal, esto es así porque durante las últimas décadas escuelas como Elisava o Esdi, por citar solo algunas, se han convertido en auténticos centros de peregrinaje e importan, año tras año, bajo el reclamo de sus prestigiosos y reconocidos cursos, masters y postgrados un sinfín de nuevos diseñadores venidos desde todos los rincones del mundo.
Nuevos profesionales que aportan visiones internas y foráneas que acaban mezclándose con la particularidad propia de Barcelona y que provocan una simbiosis cultural que enriquece notablemente el nivel –pero sobre todo el valor- del diseño surgido desde esta ciudad.
Hoy esta particular identidad se ha convertido en un indiscutible diseño industrial de todos y para todos.

No es extraño. Solo era cuestión de tiempo que el cosmopolitismo que ya presentaba la ciudad de Barcelona –y que la ha diferenciado del resto de las ciudades catalanas y españolas- se trasladara de igual forma al diseño industrial para que éste acabara siendo de reconocido carácter “universal” sin perder con ello sus raíces. Algo realmente excepcional, único e intransferible.

Un éxito rotundo que ha permitido disponer de un valor real y objetivo, casi tangible, en el que apoyar sólidamente la "MARCA BARCELONA”. Hoy divulgada, promovida y defendida desde el diseño por el BCD, Barcelona Centre de Disseny dado su enorme valor económico.

Por desgracia no sabemos realmente si el modelo es estrapolable o no a otras ciudades. Y lo que es peor; no sabemos si el mismo cuestionamiento que sufre la propia ciudad en los últimos años, sometida constantemente al dilema de la venta de una imagen idealizada y al asedio desde su identidad más íntima, acabará también por deshacer el valor de este diseño.
En cualquier caso, de lo que podemos estar seguros es de que el diseño industrial necesita de un tejido industrial en el que aplicarse y desarrollarse. Que debe gozar además de la confianza de las empresas y de la libertad suficiente para plantear un futuro. Circunstancias que coincidieron -y se supieron potenciar- en Barcelona para que el diseño acabara convirtiéndose en lo que es hoy día.

Cuidemoslo.

De esta forma debemos, no solo aceptar sino también entender como algo natural el éxodo de diseñadores desde otras zonas de España en favor de estos núcleos “gestacionales” de un diseño más universal. Y aunque sea sencillamente porque este diseño está expuesto a más oportunidades, cómo bien exponía la diseñadora andaluza Granada Barrero en su último artículo para Proyecta56, bien merece la pena seguir apostando por él.
Afortunadamente este diseño industrial barcelonés nos permite a todos los diseñadores, más allá de nuestra cuna, mantener nuestro propio carácter. Por lo que uno puede seguir siendo del sur y trabajar en el norte para el resto del mundo.

Octubre de 2013