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Los rasgos de un diseño como recurso para el desarrollo
2. Un diseño que toma la industria como pilar y el mercado como canal
Posiblemente el mercado es hoy uno de los mejores canales para el desarrollo social –analizado desde el punto de vista del diseño- pues de él depende gran parte de la industria y del comercio, tanto interno como externo. Y supone ser, bien utilizado, un conducto mediante el que extraer un constante rédito, además de estar expuesto a una “perpetua” renovación. Por esta razón es de vital importancia encarar hacía él, las estrategias y lógicamente el propio diseño.
Es un “espacio”, si se puede denominar así, donde este diseño, que tiene intención estratégica y una clara finalidad mercantil: VENDERSE. Es un elemento de cambio y de valor y por extensión -un diseño dentro del mercado- es un diseño que genera beneficio de todo tipo, porque no hablamos solo en términos económicos.
Es cierto que suele hablarse mucho del diseño de forma mucho más idealizada y a veces perdemos de vista su finalidad principal en el mundo actual. Pero debemos despertar y aceptar que la realidad es la que es. Porque sin la valoración que acabamos de realizar para este diseño, las empresas no nos necesitarán, no nos creerán y no apostarán por nosotros. ¿Para qué?
No obstante, tampoco nos confundamos. Este diseño al que me refiero en términos tan mercantilistas no es un diseño vacío, frío, impersonal o despiadado. Muy al contrario es un diseño que, bajo la constante y atenta mirada del mercado, busca alcanzar las mayores cotas de innovación y funcionalidad ante las necesidades físicas, materiales y/o espirituales de los usuarios, pues es solo así cuando conecta con ellos (los usuarios) de forma masiva. Y lo puede hacer porque el mercado nos ofrece todas estas posibilidades.
Es un diseño que modifica las sociedades por medio de planteamientos innovadores. Pensemos cuanto no han cambiado nuestras vidas con productos que hoy son para todos nosotros imprescindibles. (Algo que nos viene a mostrar la grandeza de un mercado general y su capacidad de democratización ya que nos permite a todos disponer de las mismas oportunidades). Y a su vez, un diseño sometido al mercado y a sus usuarios, es también un diseño industrial que escucha a su sociedad y que se adapta constantemente a ella. Produciéndose una retroalimentación continua dónde los “imputs” saltan de un contexto a otro (diseño-sociedad-mercado) y nos permiten proponer los cambios desde cualquier ámbito.
Un diseño al amparo de la industria y del mercado motiva lógicamente la creación de más industria pero sobretodo, empleo e infraestructura aumentando así la calidad de vida y el nivel medio de las sociedades. Por extensión y bajo su servidumbre, se mejoran las comunicaciones, se invierte en servicios y se generan todo tipo de estructuras de las que acabamos beneficiamos todos. Esto es desarrollo.
No puedo negar que el diseño, en términos genéricos, tiene un marcado carácter ideológico (que después abordaremos) y puedo entender que someterse al mercado no es del agrado de muchos. Por ello los diseñadores (que somos muy listos) debemos tomar el mercado principalmente como un elemento logístico con el que llevar nuestro trabajo a la gente en beneficio de nuestra sociedad, de nuestra propia labor y también a favor de nuestro colectivo profesional. Y lo que para el mercado es puramente un anónimo y frío consumidor, para nosotros siempre debe ser un usuario, una persona con necesidades físicas y emocionales.
Bajo este prisma estoy seguro que lograremos nivelar a la perfección lo que cada uno extrae de esta estrategia y de esta relación. Y probablemente nos sentiremos extremadamente cómodos diseñando a través de estos dictámenes.
Llegados hasta aquí debo de decir, a pesar de ir en contra de una tendencia que parece instalarse en los últimos tiempos, que tengo la convicción de que dentro de este marco tiene poca cabida diseñar para auto-producir. Una dinámica en la que además –objetivamente- es muy difícil innovar por las lógicas limitaciones que presenta.
Obliguémonos a estudiar las necesidades del mercado y planteemos realmente las soluciones más acordes que nos garanticen los resultados necesarios para el desarrollo.
Ante la posibilidad de que muchos de vosotros penséis seguramente en la auto-producción y como esto último puede haber parecido dogmático y no querría serlo, quiero hacer un breve paréntesis para decir que tenéis que entender esta reflexión desde una generalidad teórica que siempre está abierta a excepciones.
Todas las oportunidades que nos brinda el mercado nos obligan, como ya hemos dicho, a diseñar de una forma determinada y a utilizar la industria como pilar fundamental y/o medio con el que llevar los productos a ese mercado. Un sector que debemos potenciar, no solo con políticas y ayudas sino sobretodo con planteamientos de buen diseño que aprovechen sus posibilidades pero que también permitan abrir nuevos caminos que incidan positivamente en su crecimiento. Es nuestra responsabilidad como diseñadores integrar el diseño en la industria. Cueste lo que cueste.
Diseño, industria, mercado, economía y sociedad son, como podemos ir deduciendo de todo este análisis, elementos totalmente vinculados entre sí que se retro-alimentan los unos de los otros y que generan la inercia suficiente para un crecimiento general. La ventaja de esta apuesta la encontramos en el hecho de que una vez lograda la inercia las soluciones fluyen de forma constante y natural.
Imaginemos que queremos diseñar una silla bajo este diseño del que hablamos. Estaríamos obligados a plantear un objeto dónde los materiales, las tecnologías, los procesos, sus funciones y su coste, vendrían determinados exclusivamente por las necesidades objetivas que lo convierten en un valor de cambio y por la demanda directa de los usuarios (consumidores) y del mercado. Un mercado que puede ser local o global. En ningún caso este diseño industrial que actúa como recurso para el desarrollo social puede surgir de las limitaciones y/o desde la parcialidad.
Por ello este diseño debe aprovechar todas las posibilidades disponibles más allá de cualquier aspecto cultural y/o tradicional. Decisión que no impide que estos valores estén presentes, muy al contrario. Pero como dije muy al inicio debemos aceptar que el progreso, en un mundo globalizado y conectado, nos obliga a mirar y/o a tener en cuenta aspectos generales a los que no podemos dar la espalda.
Esto es muy importante tenerlo presente porque hoy, el desarrollo “controlado” de toda sociedad no se sustenta jamás en una evolución aleatoria de los factores que influyen en el propio desarrollo, como ha venido sucediendo a lo largo de la historia -y como veremos después- sino que se fundamenta en una estrategia premeditada.
Y los diseñadores sabemos mucho de este tipo de cuestiones. Pensemos que nosotros primero de todo disponemos de las metas (las intenciones) –siempre en sentido enunciativo: ¿Qué queremos hacer, ha dónde queremos llegar, para qué y por qué….?- y nos encargamos de lograrlas por medio de una labor plenamente consciente, controlada y muy definida, lo que da paso a otro de los rasgos de este diseño: Su control como proceso.