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El diseño del futuro debería ser tan nuevo como el diseño del pasado

Leía esta semana cuestiones sobre el futuro de la enseñanza del diseño; anhelos en forma de debates, discursos y manifiestos que me han llevado a evocar mi propio aprendizaje al respecto.

Reconozco, como otros tantos colegas, que el planteamiento académico que se llevó a cabo a principios de siglo, cuando el diseño fue arrancado de las escuelas de artes aplicadas y se elevó como disciplina superior, incrustándose en tres nuevos ámbitos: BBAA, Ingeniería y Escuelas superiores de Diseño, no solo está agotado, sino que jamás funcionó como se esperaba y ha dejado por el camino un reguero de generaciones de diseñadores sumidos en el más absoluto desconcierto y frustración.

En este terrible impasse, que aun dura y no sabemos hasta cuando, este fracasado diseño académico que hoy busca con razón una alternativa, ha estado marcado por el olvido; solo así se entiende que demos por nuevas las cuestiones que hoy lo hacen fundamental para las sociedades y la economía, como son la sostenibilidad, la circularidad, el respeto humano, la diversidad, su compromiso, su transversalidad,... El diseño se entiende hoy, sin apenas discusión, como un campo de amplísimo espectro que, transitando eficazmente entre las humanidades, las artes y la tecnología, es capaz de plantear soluciones de toda índole, ya sean físicas o intangibles y funcionales o emocionales. Una concepción que comparto totalmente, pero que no sería en absoluto fruto de la desacomplejada mente de los diseñadores modernos, tal y como parecen hacernos creer algunos, sino que como decía antes, es solo una deriva de la desmemoria.

Como datos a considerar en esta interesante discusión, tres breves detalles de un diseñador cincuentón:

- El primero, es que todos mis profesores ya habían recorrido los problemas a los que nos enfrentaríamos posteriormente los alumnos, es decir que aprendimos diseño a través de diseñadores en activo, lo que impregnó nuestro trabajo de una realidad que no tardamos en poner en práctica con éxito. Dudo que esto suceda hoy en día en la magnitud que sucedía en los años ‘80 y ’90, en los que la mayoría de los docentes eran profesionales. Muy al contrario, en la actualidad la ley ha mandado para casa a la inmensa mayoría de aquellos antiguos maestros por no cumplir ciertos nuevos requisitos.

- El segundo, es que mi formación se basó básicamente en adquirir las cartas de navegación de lo que significaba resolver un problema de diseño a través del proyecto, su proceso y su metodología. Una doctrina que reduce el universo del diseño solo a la capacidad de preguntarse cosas y en la que todo cabe ser solucionado, desde una cucharilla a un coche, pasando por todo lo que rodea la experiencia que suscitan nuestras respuestas.

- Y el tercero y último, es que siempre aprendimos diseño teniendo en cuenta al ser humano y al planeta, con todo lo que ello significa y la responsabilidad que debe adquirirse. Y sí, teníamos asignaturas específicas dedicadas a ello.

Por estas y otras muchas razones, creo que el diseño del futuro deberia ser tan nuevo, por lo menos, como el diseño del pasado que muchos hemos conocido.
Así pues, ahora que volvemos afortunadamente a cuestionarnos la formación de los futuros diseñadores por el bien de nuestro sector, creo que sería interesante, de cara a no prolongar el barbecho, acudir a la memoria y mirar atrás para rescatar procedimientos que eran acertados, básicamente porque el desasosiego académico que ha impregnado al diseño de las dos últimas décadas ha sido provocado por nuestra extraña manía de abrir caminos haciendo borrón y cuenta nueva.

Mayo 2024