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El incierto futuro de la industria.
Tengo la inmensa fortuna de poder mantener con cierta asiduidad conversaciones con empresarios del sector industrial. Son una fuente fidedigna de primera mano que permiten conocer a la perfección la actualidad empresarial y tomarle la temperatura al sector.
Cuando hablamos relajadamente de temas comunes como son la industria y el diseño industrial tocamos asuntos al respecto de la propia industria, la incidencia de la competencia asiática y este-europea, los productos, los mercados, las tecnologías, los procesos, la economía, las sociedades, el diseño industrial, … Y lógicamente del futuro.
En los últimos meses, seguramente motivados por los tiempos en los que vivimos, es habitual que durante estos diálogos nos cuestionemos el futuro con mucha más preocupación que antes y la pregunta estrella ha pasado a ser:
- ¿Cuál es el futuro del sector industrial?.
Estamos ante un futurible que tiene realmente una respuesta muy difícil y por desgracia ante el pésimo panorama industrial que sufren los países occidentales en los últimos años, de forma particular el nuestro, al que ahora además debemos añadirle una dura crisis que lo endurece mucho más y una diaria e incesante desaparición de industrias y empresas, más que encontrar una respuesta tranquilizadora lo que encuentro, de entrada, es un cierto sentimiento de intranquilidad, desorientación y desolación. Estos sentimientos no reflejan pesimismo, nada más lejos. Mi actitud en realidad es muy optimista. Soy consciente de que la mayoría de cosas dependen de nosotros mismos y estoy totalmente convencido que seremos capaces de solucionar todos los problemas con esfuerzo e inteligencia.
Cada parte implicada deberá aportar su granito de arena y no cabe duda de que el diseño industrial es un factor importante y que nuestro trabajo como diseñadores industriales deberá también plantear proyectos, que ajustados a una nueva situación, permitan ofrecer soluciones que nos deparen un futuro mejor y ayuden, en medida de lo posible, a la supervivencia de una industria que es tan importante para nuestra sociedad.
Así que todos estos sentimientos iniciales que se generan tras la evaluación de la actualidad creo que son simplemente la natural conclusión emotiva de la situación existente.
Debemos tomar consciencia de la gravedad de las cosas para actuar en consecuencia con eficacia.
Pasado: El origen de la situación.
Reconocer un problema es el primer punto de partida para darle solución. Esta norma la conocemos sobradamente los profesionales del diseño industrial así que vayamos al epicentro de la cuestión, aunque sea de forma muy sintética, para ver si logramos establecer los problemas y poder plantear las debidas soluciones.
Establezcamos de entrada que la crisis es coyuntural y que existe un problema estructural de fondo, de mayor calado, por lo que deberíamos comenzar preguntándonos:
- ¿De donde viene realmente la situación actual?.
Conozco bastante bien el sector del mobiliario tras más de 12 años como diseñador industrial en una reconocida empresa fabricante del sector. Mi trabajo diario me permite además conocer muchas otras empresas, de muy diversos sectores, por lo que mi perspectiva de la situación de la industria es bastante amplia y general.
En el transcurso de estos años he visto cerrar muchas empresas. Puede entenderse como algo totalmente normal e incluso necesario al cabo de tanto tiempo y varios ciclos económicos. Esta normalidad, si se puede utilizar esta palabra al respecto de la desaparición de empresas, pasaba habitualmente por razones tales como la mala gestión, por el hecho de no haber administrado con miras de futuro y la debida responsabilidad los importantes beneficios que se habían generado e incluso, porque no decirlo, algunos cierres respondían a la falta de capacidad de reinvención, de actualización o por no derivar los suficientes esfuerzos a las políticas de I+D, recursos donde los diseñadores industriales tenemos un enorme trabajo que realizar aun en muchas Pymes que hoy día siguen alejadas de estas políticas.
Otras empresas, dentro de esta natural evolución del mercado, simplemente estaban predestinadas a la desaparición por la merma constante de competitividad que arañaban nuevos proyectos empresariales que venían detrás pegando fuerte y que estaban mejor definidos y optimizados.
Pero desde hace aproximadamente dos años puede observarse un cierre masivo de industrias y empresas que se escapa a esta criba natural del mercado. No solo desaparecen empresas a un ritmo insoportable sino que se destruyen sectores y empleos que serán con toda probabilidad irrecuperables cuando la crisis haya pasado. Se destruye industria pero no se crea. Esto es un hecho diferencial respecto a la natural desaparición de industrias que siempre venía compensada por la creación de nuevas empresas.
Lamentablemente hoy día nos equivocamos, y mucho, si pensamos que tras la crisis se restituirá el tejido industrial destruido. La crisis, como hemos dicho, es coyuntural y simplemente ha sido el factor determinante pero existe un problema de tipo estructural que ha sido el causante del pésimo estado en el que han llegado las empresas, que excesivamente debilitadas, no han podido superar la situación.
Este problema estructural tiene su raíz, entre otras razones, en una ineficaz Organización Mundial del Comercio, una dispar política monetaria internacional y una pésima legislación común que han dado cabida a una voraz y desleal competencia, primero asiática y ahora debemos sumarle la este-europea, que ha venido barriendo los mercados como un huracán en las dos últimas décadas y que han hecho perder, día a día, gran parte de mercado a las industrias occidentales.
El despertar de los denominados países emergentes y su incursión en los mercados se ha producido sin ningún tipo de control ni medidas de defensa unificadas, provocando que nuestra industria no pueda ofrecer productos competitivos por una total desigualdad de condiciones, derechos y obligaciones.
Por si fuera poco la coyuntura económica actual es como “apagar un incendio con gasolina” y ha acentuado y acelerado la situación.
En contextos de crisis y sociedades endeudadas, los consumidores y clientes, con más temor y menos poder adquisitivo, buscan productos más económicos, al margen de la calidad y el valor añadido, avivando las llamas de esa competencia de la que debemos empezar a decir de una vez, que es totalmente desleal porque se ha basado mayoritariamente en el plagio y en la copia y sobrevive gracias al vacío legal existente.
Absorben a coste cero gran parte de nuestros esfuerzos y nuestra labor de investigación e I+D, publicidad y tecnología. Se aprovechan del posicionamiento de las empresas occidentales que utilizan para localizar oportunidades de mercado.
Los empresarios y los diseñadores industriales estamos también afectados en primera persona por la vulneración constante que sufren los derechos de propiedad intelectual que tanto deberían proteger al diseño industrial y que poco pueden hacer ante las artimañas legales de estos países.
Actúan sin ningún tipo de barrera y poseen además una total impunidad que viene avalada por un entorno legal muy borroso, complejo y particular.
Sin una legislación común unificada estas prácticas lesivas son excesivamente difíciles de denunciar y hacen mucho daño a nuestro trabajo a la vez que merman la confianza de nuestras propias industrias.
Es obvio que mediante estos procedimientos se ahorran una enorme inversión en recursos materiales, humanos y económicos que sumados a una inexistente política arancelaría de nuestros países y a una leve o nula carga fiscal y legal de los suyos les permiten introducir y exportar productos a un precio realmente insultante. Por si fuera poco debemos reconocer que este tipo de empresas se sitúan en un contexto donde la explotación humana y la vulneración de los derechos humanos esta a la orden del día dando como resultado una mano de obra barata con la que es imposible competir.
Esta “invasión” virulenta de los mercados tan descontrolada ha ido dando sus frutos al cabo de todos estos años. Estos países emergentes e industrias han amasado una gran riqueza que les permite una descomunal compra de materiales y materias primas que logran a precios muy bajos rompiendo aun más el mercado. Esto incide muy negativamente en la industria occidental, que más empobrecida, ya no puede comprar a precios competitivos y sus productos, que resultan lógicamente más caros, pierden día a día toda cota de mercado.
La ecuación es muy simple; mientras estos países “emergentes” son cada año mucho más ricos, creciendo del orden del 7-13%, los países desarrollados (hoy muchos sumidos en una recesión) lo somos un poco menos. Este es, en parte, el problema estructural de fondo que sufre la industria occidental y que muchos, podemos imaginar que movidos por intereses, se niegan a ver.
Es obligado dejar constancia también de aquellos empresarios occidentales, que buscando fortuna, enseñaron las técnicas y procedimientos a una industria que empezaba a nacer y a las multinacionales que precisaban de más competitividad para una expansión global de sus mercados. Por lo que gran parte de la culpa es también nuestra por regar, en cierta manera, la semilla que estaba germinando. Tendríamos de haber pensado mucho mejor en todas las consecuencias y no solo en las buenas con el fin de generar riqueza inmediata.
Con este panorama de mercado que se ha ido configurando durante los últimos 20 años no es de extrañar que recientemente China obtuviera el “titulo” de 2ª economía mundial por detrás tan solo de E.E.U.U. Pero tengamos en cuenta, para entender la magnitud de lo que está por venir si no actuamos con la suficiente eficacia, que China es un país con 1.300 millones de habitantes frente a los 310 millones de la primera economía. Así que cuando China despierte por completo, como ya advirtió Napoleón, no hay duda que será la fábrica y la industria del mundo. Y eso, - ¿Dónde nos dejará a nosotros?.
Presente: Una situación realmente asfixiante.
El decoro me impide citar nombres pero puedo decir que bastantes empresarios e industriales, al menos que yo conozco, casi puede decirse que esperan resignados el fatal desenlace de sus empresas si no cambia la situación.
Los que albergan más esperanza coinciden de todas formas en vaticinar un duro y oscuro panorama de futuro si no logramos poner remedio a los problemas que nos acechan. Y todos, unánimemente, están convencidos que no volverán tiempos pasados. Ya nada será igual, de eso si podemos estar seguros.
En otros empresarios la resignación se alimenta más bien del temor de una situación que se describe a la perfección con aquel refrán castellano que reza: "Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar". Y así esperan que la situación pase de largo o bien se los lleve por delante, aceptando fríamente que este difícil contexto pueda llevarles al cierre, como a otros muchos que ya se han visto obligados, desgraciadamente, a “tener que bajar la persiana” tras décadas de trabajo y esfuerzo.
A los empresarios les ha tocado por norma general representar el papel de “malos” dentro de esta sociedad industrializada, siendo la diana de muy duras críticas sociales, aunque el rigor obliga a decir que la resignación y la frustración que muestran muchos empresarios está motivada, y con mucha razón, por la pésima gestión y el desamparo de los gobiernos al respecto de las políticas industriales y en la actuación y los remedios propuestos, o mejor dicho no propuestos, durante este duro periodo.
Al margen de esta coyuntura actual también debemos recriminar a los gobiernos la poca efectividad y los nulos recursos que durante todos estos años han derivado para paliar el problema estructural que se nos echaba encima durante décadas y que nos ha colocado en esta delicada situación.
Durante los últimos 20 años muchas empresas, las que han actuado “bien” desde un punto de vista estructural y social, han crecido creando grandes infraestructuras que han necesitado también de un aumento de las plantillas. La inmensa mayoría lo han logrado invirtiendo gran parte de los beneficios bajo la recomendación constante de los gobiernos, de todos los colores, que aludiendo siempre a razones sociales y morales invitaban a crecer, generar empleo y apostar por políticas de I+D. Este tipo de recomendaciones y las políticas derivadas no servían, ni sirven, para dar solución al problema estructural que sufrimos. Hemos podido comprobar que se precisaban, y se precisan con urgencia, otro tipo de planteamientos encaminados a conseguir cierta igualdad de condiciones generales para las industrias y los mercados. Y que debemos implantarlos conjuntamente teniendo en cuenta al resto de países afectados por este problema o no lograremos nada.
Paradójicamente son estos mismos consejeros estatales los que han dado la espalda a una industria, ahora según ellos, poco flexible y excesivamente sobredimensionada para una época de vacas flacas y no se han destinado apenas ayudas para mitigar la situación coyuntural de estas empresas que tienen escasos pedidos pero por el contrario siguen manteniendo enormes gastos fijos cada mes.
Por si fuera poco la alternativa “natural” que siempre han tenido las empresas para crecer, como es el crédito privado, ha desaparecido por completo en el último año aunque lo intenten negar los bancos, agudizando más el problema si es que es posible.
Así que no es extraño pensar que la mayoría de las empresas que sobrevivan a esta crisis, que para más inri han provocado ciertas burbujas y sectores cegados por una orgía de avaricia, se nieguen en un futuro próximo a retomar políticas de inversión e innovación para la modernización de sus industrias. Se conformarán con mantener una cierta línea regular. Serán, según sus propias palabras, mucho más egoístas y preferirán destinar sus beneficios a fines exclusivamente patrimoniales y personales antes que volver a destinarlos al crecimiento de sus empresas, rechazando las erróneas políticas de los gobiernos que constantemente les han dado la espalda en los momentos clave.
Ciertamente puede resultar dura esta postura empresarial pero la podemos entender como totalmente lógica e incluso justificada dentro de este contexto de desamparo que están viviendo.
Posiblemente han aprendido a no jugarse los beneficios en favor de unas administraciones ciegas que les han soltado la mano y los han dejado caer al vacío.
Esta nueva actitud influirá por extensión en el diseño industrial que dispondrá de menos clientes potenciales (y nunca nos han sobrado) y además con muy poca confianza por lo que deberíamos empezar a devolver al sector, a través de la brillantez, la eficacia, la creatividad, la inteligencia y los nuevos enfoques, la confianza que está perdiendo.
Son pocos los empresarios de sector industrial que mantienen una postura abiertamente optimista - sinceramente optimista. Quizás solo aquellos que pertenecen a sectores donde, a pesar de las crisis, el suministro de sus productos es de primera necesidad y además la competencia externa no ha sido su problema más grave.
Este malestar es el sentir diario “a pie de calle” que podemos encontrar en los polígonos industriales de los extrarradios urbanos, lugares donde se asientan la mayoría de las PYMES que son las empresas que forman el auténtico tejido industrial de este país y potenciales clientes de servicios de diseño industrial.
Quizás nos ha tocado ser protagonistas en primera persona y debemos asumir este papel, ya no por nosotros sino por las futuras generaciones. Asistimos a un cambio de ciclo que afectará a muchos sectores, entre ellos como he dicho también al diseño industrial que no podemos desvincular de una industria que se hunde poco a poco y que nos arrastrará con ella si no logramos reflotarla.
No cabe duda de que nosotros, los diseñadores industriales, tenemos mucho que decir y que aportar a este nuevo futuro que demanda a gritos un ”renacimiento industrial”.
Futuro: Sin duda, en nuestras manos.
Debemos pensar en plantear una nueva Revolución Industrial. Se que puede sonar osado o incluso descabellado pero tenemos capacidad para ello y en cierta manera también experiencia porque occidente ya fue una vez “la cuna” de la industria.
Si no actuamos rápida y acertadamente poniendo unas bases sólidas tales como restricciones arancelarias, lograr mejores productos, mejores sistemas productivos, aportar más innovación, fomentar la adecuada política de ayuda a las industrias, leyes globales, más control y penalizaciones ejemplares, etc,… viviremos un cambio de ciclo global de reparto de papeles, que no será solo un punto de inflexión en la historia de la humanidad y de las sociedades sino que además se volverá en nuestra contra con resultados imprevisibles.
Una de las claves de futuro está claro que pasa por lograr cierta equidad. Lograr un reparto mejor del mercado a través de unas condiciones contempladas en nuevas leyes internacionales y por unas normas más justas y unificadas.
Equiparar la competitividad mediante la igualdad de cargas, obligaciones y entornos fiscales.
Pero no debemos solo crear las leyes sino también vigilar que se apliquen con efectividad y que se cumplan o estaremos permitiendo un partido donde un equipo siempre estará en disposición de perder haga lo que haga.
Todos estos planteamientos legislativos, que responderán a esta restructuración del sistema, no pueden obviar a nuestras multinacionales, que afincadas en los países en desarrollo se aprovechan de esos sistemas, que tanto daño nos hacen, jugando en contra de una industria más pequeña y local. Debemos ser duros, exigentes y consecuentes también con nuestra propia industria, aunque está esté aprovechándose de esas mismas estructuras para generar riqueza para nuestras economías.
Con esta nueva regulación se pretende establecer un nuevo orden industrial de carácter mundial que permita la convivencia de la totalidad de las industrias. Dicho de forma simple no es más que convertir la actual competencia desleal en competencia natural, dándole la vuelta a la tortilla mediante la creación de un mercado global que se mida en iguales, o muy similares, circunstancias al respecto de impuestos, respeto laboral, humano y medioambiental, ética, etc..
Durante los últimos meses se ha hablado mucho al respecto de la regulación de los mercados. – “Los mercados se regulan solos”, se dice. Pero si ésta regulación no está tutelada posiblemente el mercado se rija por la ley del más fuerte como siempre ha sido. Y el más fuerte es el que tiene el poder económico y nosotros lo estamos perdiendo.
Apostemos sin miedo por una intervención ordenada de los mercados porque no podemos seguir sin establecer controles esperando a que estos países emergentes, como dictan muchos iluminados, se conviertan en un mercado potencial que presumiblemente necesitará de una renacida industria occidental. Creo que eso puede ser demasiado tiempo de espera para un paciente que está mucho más grave de lo que parece.
Sobre esta futura regulación y legislación es importante dejar claro que no se podrán tomar medidas sin el apoyo y el compromiso de la O.M.C. y de las organizaciones de control monetario que deberán tener un papel fundamental para lograr equilibrar la balanza en las exportaciones e importaciones con el fin de lograr la necesitada comunión de los mercados.
Hoy sabemos que parte de los males están basados también en una industria excesivamente rígida por lo que esta nueva Revolución Industrial deberá pasar por lograr la máxima flexibilización de las industrias para permitirles tener y/o aumentar su propia capacidad de reinvención. Es decir, ser capaz de localizar nuevos sectores, diversificar y variar su producción de forma rápida y eficaz atendiendo a las nuevas necesidades, mercados y demandas.
El diseño industrial deberá también aportar nuevos retos que se ajusten a esta nueva industria más ágil y optimizada.
La nueva industria dispondrá siempre de un nicho de mercado en aquellos sectores donde los “gigantes asiáticos” o países emergentes no pueden entrar por razones de servicio, por ser bienes básicos de primera necesidad, requerimientos de innovación, logística, tiempos, normativas, etc… así que tengámoslo en cuenta para empezar a crear nuevas industrias o adaptar algunas de las existentes.
Sería conveniente aprovechar este nuevo "tablero de juego" para abordar también políticas que regirán el futuro, como hacer las industrias más eficientes y adecuarlas por fin a procedimientos de respeto medioambiental en todos los sentidos. Está claro que la nueva Revolución Industrial tendrá que contemplar la sostenibilidad y las políticas de integración.
Hemos generado un gran tejido industrial durante este último siglo pasado y disponemos de una enorme estructura que podemos empezar a poner a trabajar bajo nuevos enfoques. Tenemos muchos medios y recursos que no podemos dejar que se extingan o que otros mercados los absorban así que debemos diseñar nuevas estrategias, como por ejemplo llevar el modelo de la nueva industria occidental hacía esos mismos países emergentes. Sabemos innovar, tenemos técnica, tecnología y sabemos hacer las cosas bien, por que lo vamos a negar. Si exportamos este sistema mejorado seguramente no se podrá mantener el mercado admitiendo exclusivamente una competitividad basada en la mano de obra barata con lo que obligaremos a un cambio de tendencia que ha de abrirnos el camino a un futuro mejor.
El futuro está en nuestras manos y nos queda por delante un largo camino de esfuerzo y sacrificio pero merecerá la pena.
En resumen y para sintetizar la idea expuesta, decir que sufrimos las consecuencias de un enorme problema estructural que afecta a la industria y que la solución ideal pasaría por una nueva Revolución Industrial que a su vez debería de pasar básicamente por dos grandes líneas de actuación, que de forma general se basarían en:
- Mejorar la industria local en base a una mayor flexibilidad en un entorno legal-internacional que defienda un marco equitativo de obligaciones y derechos.
- Exportar parte de nuestro propio modelo futuro, ya flexible y dentro de un entorno legal adecuado, a esos y otros países emergentes con el fin de obligarles a trabajar bajo unos parámetros competitivos que no pasen por la explotación y la vulneración de derechos y que nos permitan igualar los mercados.
Por la parte que nos toca, reiterar que el diseño industrial tendrá un papel primordial en el futuro de la industria que está por configurarse. Así que empecemos a trabajar dura y rigurosamente para lograr productos más eficientes, eficaces, optimizados e innovadores.
Septiembre de 2010