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La mayoría de los diseñadores no solemos desvelar de qué pequeñas “partículas” se suelen componer en realidad nuestras metodologías de diseño.
Todos conocemos y aplicamos sobradamente las metodologías al uso o así debería ser. También está claro que durante nuestro aprendizaje adquirimos, cómo mínimo, la metodología tradicional. Pero más allá de la estricta línea metodológica que marca el proceso de diseño industrial, a lo largo del tiempo, cada diseñador incorporará a su trabajo de análisis pequeñas “morcillas” (entiéndase desde un punto de vista teatral) que serán a la fin las que compondrán una única y exclusiva forma de proceder y que marcarán, a su vez, un modo de trabajo hecho totalmente a medida.
Estas “aportaciones” son en realidad las que seguramente acabarán mostrando esa unificadora esencia estética del trabajo general de cada profesional y/o equipo de diseño.
Bajo esta convicción podría incluso especular al respecto y decir que quizás es aquí donde radica el mal denominado “estilo” (siempre y cuando éste no provenga de una deformación profesional).
Así que, la utilización de ciertas formas de proceder puede llevarnos, si solemos alcanzar el éxito del proyecto, a seguir siempre la misma senda. Y aunque el diseño permita diferentes soluciones ante los mismos problemas existirá una estructura invisible que será idéntica entre un proyecto y otro del mismo diseñador. Conexiones que podremos reconocer si observamos detenidamente los productos.
Estas nuevas y personales aportaciones al método adquirido acaban derivando en unas incursiones que son tan creativas como valoradas.
¿Será, por esta razón, que no suelen aflorar a los estadios públicos-profesionales?. Y es que, al igual que un mago, desvelar los secretos de cómo se llega siempre a una buena idea (está claro que llegar siempre, proyecto tras proyecto, no responde al azar) sería lanzar piedras contra tu propio tejado. ¡Bastante trabajo nos ha costado llegar a esta automatización analítica!
Siendo algo más serios y dejando las bromas de lado, en realidad podemos decir que dichas incorporaciones analíticas no se suelen transmitir porque responden a lo más íntimo de cada diseñador. Forman parte de nuestra propia personalidad y por ello no necesariamente pueden convertirse en generalidades. Un día, lógicamente trabajando, surgen de forma espontánea rompiendo una línea que creíamos rígida y se integran ya de forma natural en nuestro propio trabajo posterior.
Me consta que muchos jóvenes diseñadores se interesan en adquirir nuevas y modernas metodologías de diseño. Creo que tienen mucha razón en pensar que éstas son la clave del diseño industrial. Éstas nos permiten, de entrada, un trabajo de mínimos y sin ellas el diseño industrial no existiría. Lo saben y por ello intentan dar con el “dorado” de las metodologías. Creen que descubrir una mejor y más “eficiente”, de ahí esa quimérica búsqueda, les permitirá adquirir una nueva excelencia en su trabajo. Y vuelven a tener razón. ¿Pero existen esas fórmulas mágicas?
Debemos decirles a todos estos jóvenes profesionales que no deben preocuparse si no reconocen tener aun estas ventajas más allá de lo académico. Acabarán, por medio de la experiencia y el trabajo, adquiriéndolas con total seguridad aunque muchas veces no sean conscientes de ello. Más que buscar un nuevo método deberían con regularidad analizar el suyo propio con profundidad.
Solemos adaptar con tanta naturalidad la modificación de este proceso que normalmente suelen suceder dos cosas:
- Una es que no somos concientes de que en realidad estamos variando (y mejorando) un proceso metodológico adquirido. Por lo tanto hacemos evolucionar nuestro proceso analítico pero no somos conscientes de ello así que no percibimos cambio alguno.
- La otra es que muchas veces no solemos analizar nuestro trabajo (los resultados) en este sentido por lo que no somos capaces de advertir las diferencias entre lo que hicimos primero, lo que solemos hacer posteriormente y lo que ha posibilitado ese cambio, es decir localizar con claridad nuestras “morcillas”.
Por ello es muy probable que en realidad cada diseñador, sin tener plena consciencia, esté ya formulando metodologías modificadas. En todo caso es bueno constatar estas modificaciones para que, de forma intencionada, podamos mejorar siempre los procesos. Está claro que si no sabemos como hacemos las cosas no podremos nunca saber como hacerlas mejor.
Para mostrar un poco a que me refiero con esto de las “partículas” que se anexan al método creando uno propio y adaptado, os pondré dos claros ejemplos que he introducido en mi proceso de diseño industrial y que utilizo en la mayoría de mis proyectos. Cabe decir que no garantizan abordar siempre soluciones de mayor éxito pero por lo menos aumentan las probabilidades y permiten un control total de nuestros planteamientos.
Uno de ellos es que cuando me enfrento a cualquier problema y/o subproblema de diseño industrial me obligo a enfocarlo siempre desde varios puntos de vista. Es un esfuerzo mayor pero merece la pena.
Suelo hacer planteamientos estructurados que van desde lo más racional a lo más “absurdo” con la finalidad de poder romper la superficie del problema, perderle el “miedo” y permitir que emanen soluciones a partir de nuevos planteamientos (verdaderos nuevos planteamientos).
Esto me permite escapar de lo más previsible y llegar a ver, en algunos casos, soluciones obvias, aunque lógicamente no lo eran tanto inicialmente. Esas son siempre buenas soluciones y aportaciones. Me refiero a todas aquellas de las que uno exclama: - ¡Eso lo haría yo!. Pero no, en realidad no hace todo el mundo. Llegar hasta allí solo ha sido posible seguramente tras un largo y complejo camino de análisis que ha permitido romper la dura capa de lo habitual y de lo común.
Así que desde ópticas diversas, muchas de ellas aparentemente inverosímiles, podemos decir que no cabe duda de que se pueden resolver problemas de forma no solo ya igualmente efectiva sino además de forma más novedosa, ingeniosa e innovadora. ¿Y quien no busca esto en Diseño Industrial?
Otra de estas "partículas" que he incorporado a mi metodología de diseño industrial es también la obligación de hacer una revisión de las funciones y de las necesidades que tiene el proyecto a través del entorno y la naturaleza.
Muy posiblemente, aunque no de forma estricta o evidente, podremos encontrar que la naturaleza (animales, vegetales, ecosistemas, geología, etc..) ya ha resuelto esa función. Si es así además descubriremos que lo ha hecho mucho mejor de lo que lo puede haber hecho un ser humano con anterioridad. Así que observar nuestro entorno, más allá de lo que vemos al mirarlo, y contrastarlo con nuestro proyecto con la intención de localizar una solución a un problema dado, puede permitirnos lograr también soluciones innovadoras y además altamente efectivas.
Debemos aprender a observar más allá de lo que existe en la superficie de las cosas.
Además cabe destacar que las soluciones logradas a partir de esta observación serán seguramente interpretadas como naturales por parte del ser humano, siendo a la fin muy posiblemente una excepcional solución en todos los sentidos.
Son dos detalles analíticos, seguramente usados por muchos de vosotros, que se han sumado, entre otros, a mi propia metodología de diseño industrial y que hoy ya forman parte obligada de mi proceso de diseño. Para mi es ya totalmente natural filtrar todos los proyectos por estos dos áreles.
Con esto de las “morcillas” me gustaría introducir el hecho de que la metodología de diseño industrial es un proceso vivo. Es una línea que trazamos con un clarísimo inicio y un clarísimo final pero que durante el tiempo, normalmente a través de la experiencia, vamos conectando con otros puntos para mejorar el recorrido, abrir nuevas sendas y mejorar también las soluciones.
Debemos entender y aprender que la metodología de diseño industrial es un elemento permeable y maleable que nos dejará introducir variaciones con el fin de ajustarla a todas nuestras capacidades.
Al final lograremos una metodología propia que será capaz de explotar todas nuestras cualidades y eso es realmente lo importante. Entonces podremos entender que las metodologías no son transferibles al 100% porque se componen de fragmentos del interior del propio diseñador. Así que cada cual mejorará su trabajo mejorando su propia metodología de diseño industrial. Y lo hará explorando y adaptando aquello que mejor sepa hacer desde un punto de vista analítico.
Es muy posible que para muchos de vosotros todo lo que he explicado sea una obviedad como un templo, no lo dudo. Aunque va bien recordar, de tanto en tanto, que existe una metodología de diseño industrial, que además es la que le da validez al diseño y que siempre debemos entender como un proceso vivo, abierto y modificable. Más cuando todos somos capaces de observar a diario productos con tanta falta de innovación y valor añadido real que parecen huérfanos de una metodología que debería garantizar unos mínimos. Los máximos son en realidad los que marcan la diferencia.
Y hablando de la metodología del diseño industrial y de su composición a base de tangibles e intangibles no podemos olvidar añadirle siempre unas altas dosis de ilusión y de pasión porque con ello lograremos seguramente resultados más emotivos. No cabe duda de que un trabajo realizado con ilusión sale mejor. ¿Verdad?.
Noviembre 2011